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Capítulo uno.

Metí los libros de novelas para adolescentes dentro de una caja vieja de zapatos sobre los DVDs de películas acerca de “adolescentes populares” y lo metí hasta el fondo de mi cama, lo más escondidos posible. No es que me guste leer esa clase de basura ya que para mí la vida no es color de rosa, pero debo aprender a comportarme como una chica “sociable” “buena” y “popular” de alguna forma, los libros y películas fueron la mejor opción. 

Hice una mueca ante mi reflejo frente al espejo, jamás imaginé verme vestida de una forma tan… “a la moda” “superficial” “estereotipada”

Lo mío eran pantalones negros ajustados o jeans rotos no por moda sino por el uso continuo, con una sencilla blusa de estampado poético, en general insultos y una sudadera de color oscuro si llevaba zapatos deportivos o la única chaqueta rockera que poseía, si llevaba botas.

Cargué mi bolso al hombro odiándolo, hubiera preferido una mochila sencilla, este bolso costó demasiado. Pasé el peine por mi cabello una vez más como si no hubieran sido suficiente las dos horas previas de planchado, respiré profundo mirando con decisión mi reflejo en el espejo y me sonreí a mí misma dándome ánimos. –Tú puedes hacerlo.

Salí de mi cuarto para encontrarme en el pasillo un desfile de chicas que al igual que yo se hospedan en la residencia estudiantil de la universidad estatal, lamentablemente este edificio es el único que no está dentro del campus.

Que puedo decir; las personas con suerte fueron sorteadas para hospedarse en los edificios modernos dentro del campus y las personas como yo… tendrán que caminar quince minutos cada mañana para llegar al campus. Ya había cronometrado el tiempo que me tomaría llegar, espero que al menos la facultad esté en uno de los nuevos y modernos edificios frontales y no en los antiguos edificios que se encuentran al atravesar el extenso conjunto de canchas recreativas.    

Tras los quince minutos de camino al campus me encontraba en el edificio de la administración mirando una multitud desorganizada de estudiantes que se daban empujones para ver las listas publicadas en la cartelera, no iba a sumarme a esa horda de brutos así que esperé con paciencia que el camino se despejara y finalmente pude buscar mi nombre entre las listas.

–¿También estás en la facultad de Diseño y Comunicación? –¿Me lo estaban preguntando a mí? Regresé mi mirada para encontrarme con una rubia sonriente y esta continuó parloteando–. Lo digo porque estas mirando en la lista de esa facultad, además mi nombre también está en esa lista… pregunté lo obvio.

La rubia rió de su propio comentario e imité su acción tratando de recordar lo que había leído y visto sobre socializar. Afortunadamente a ella se le daba naturalmente y no tuve que hacer más que seguirle la corriente.

Ya había platicado con alguien, Avril Lee; mitad extranjera, bonita, amigable y rubia.
Seguramente sería una de las chicas populares de la clase, era perfecta para ser mi amiga e iba por buen camino ya que reíamos cómplices burlándonos de dos hombres viejos y gordos que jugaban vóley en una de las canchas recreativas. Así es, mi facultad estaba en los edificios tras las canchas, más minutos por caminar cada mañana.

–¿Cuál… es?  –cuestionó Avril mirando extrañada el mapa que poseía en su mano.
–El edificio del final –señalé en el mapa y ella hizo una mueca. Juntas miramos los dos edificios contiguos que teníamos enfrente–. Si vamos por ese… callejón –señalé en medio de los edificios–. Cruzaríamos directo a la facultad.
–Ehm… –ella arrugó su rostro–. No lo creo, seguro hay ratas ahí, prefiero rodear los edificios –caminó siguiendo el sendero convencional bordeado por arbustos perfectamente podados.

Mi cuerpo perezoso me decía que cruzara por el pasaje entre los edificios para evitar caminar más, pero Avril regresó su mirada hacia mí esperándome y tuve que seguirla.

Tras varios metros de caminata que continuaba creyendo fueron innecesarios, llegamos al edificio de nuestra facultad, subimos hasta el sexto y último piso jadeantes.

–Nunca había subido tantas gradas juntas en mi vida –se quejó la rubia respirando entrecortadamente y aferrándose a mi brazo.
–El arquitecto que diseñó este edificio pensó que seis pisos eran desmerecedores de un elevador –inhalé profundo intentando recobrar el aliento.
–Veámoslo por el lado bueno… –Avril removió los mechones de cabello que le cubrían el rostro peinándolos con sus dedos dejando un perfecto peinado, tomó aire profundo y sonrió–. Si subimos cada día seis pisos de gradas tendremos piernas y trasero envidiables –soltó una risita aguda y coqueta mientras se palmeaba las partes mencionadas.

Se alejó de mí caminando a paso lento leyendo con los ojos entrecerrados las letras y números en las placas sobre cada puerta, al llegar casi al final del pasillo señaló sonriente y dio dos ligeros brinquitos junto a palmaditas de sus manos.

–¡Es este salón! –exclamó.

Sonreí ante la infantil acción que junto a su evidente belleza la hacían lucir adorable, agitó su mano llamándome, aceleré mi paso hasta llegar a ella y se enganchó a mi brazo para entrar al salón en el que todos ya habían ocupado un lugar. Estaba en desventaja por esperar hasta el final para informarme sobre la ubicación de mi clase.

Normalmente me siento a la última fila en cada lugar al que voy, pero esos lugares ya estaban ocupados, hubiera gruñido y mostrado una evidente molestia, pero Avril no me dio tiempo a ello ya que jaló mi brazo llevándome a la primera fila donde restaban dos asientos libres.

Jalé la silla ruidosamente y me senté fijándome en las leyendas escritas sobre la mesa, el sonido de la puerta cerrándose con brusquedad llamó mi atención, un hombre no tan viejo, delgado y notablemente extranjero de calva brillante caminaba a prisa hacia el escritorio en la esquina del salón para dejar su maletín.

–Buenos días jóvenes –articuló el sujeto caminando de regreso al centro del salón quitándole la tapa a un marcador que portaba en su mano–. Yo soy el PhD… –acentuaba el marcador en el pizarrón escribiendo su nombre mientras nos lo iba diciendo–  Bastian… Davis… –subrayó el nombre provocando un rechinido sobre el pizarrón haciendo que nos retorciéramos por el molesto sonido–. Seré su profesor de inglés –levantó sus cejas sonriendo–. Ya debieron imaginárselo al verme ¿verdad?

En realidad, sí, imaginé que sería un profesor de inglés ya que es extranjero, pero no me inmuté mientras los demás asentían y respondían asertivamente con risitas. 

–Además de ser su profesor de inglés, seré el encargado de esta clase –sonrió casi tétricamente–, de modo que más les vale mantener un buen promedio en todas las materias ya que me caracterizo por tener siempre a cargo los mejores estudiantes de esta facultad y este año no será la excepción. ¿Entendido? –levantó su ceja mirándonos uno a uno siguiendo cada fila de asientos. Intimidante y exigente, genial… y lo digo con sarcasmo.

Casi pude escuchar tragar con dificultad a mis compañeros ante la amenaza del profesor y como si nada este se giró hacia el pizarrón, borro su nombre y empezó escribiendo los días de la semana para luego hacer una cuadricula, todos mirábamos confundidos hacia el pizarrón, en la fila bajo los días de la semana escribió los nombres de unas cuantas materias que estaban en la malla curricular de nuestra carrera y entonces lo comprendí, ese era nuestro horario de clases.

Me giré ligeramente para sacar de mi bolso un cuaderno y lápiz para empezar a copiar lo que el profesor escribía con concentración mientras mis compañeros continuaban murmurando entre ellos.

–¿Qué haces? –musitó Avril a mi oído.
–Copio –señalé el pizarrón como si fuera lo más lógico del mundo.
–Ah… ¿Y qué es? –bajo aún más el volumen de su voz.
–Nuestro horario, creo –respondí con el mismo tono.
–¡Bien!  –exclamó el profesor al terminar de llenar cada cuadro con el nombre de una materia, lo había escrito en tiempo record–. Este será su horario de clases… –nos miró frunciendo ligeramente el ceño–. ¿Qué esperan para copiar?

Todos se movieron provocando ruido en el salón de clases, pocos empezaron a copiar en sus cuadernos mientras los restantes incluyendo a Avril apuntaban sus teléfonos hacia el pizarrón tomando fotos.

–Dije copiar, no tomar fotografías –reclamó el profesor y señaló–. Tú, tú, tú, tú –de pie y hagan una fila frente al escritorio. Continuó señalando–. Tú, tú, tú, y tú también –¿Qué hice? Me acababa de señalar. 

Me puse de pie y caminé hacia la fila que ya se había formado por los demás estudiantes señalados, el profesor se sentó en su silla extendiendo sobre el escritorio una carpeta, la abrió y preguntó el nombre del primer estudiante formado en la fila para luego buscarlo en la lista, escribió un signo más junto al nombre y miró sonriente al estudiante.

–Seguir correctamente las ordenes tiene sus recompensas. Tienes un punto extra que lo podrás usar para cualquier nota de este parcial –agitó su mano indicándole al primero en la fila que se retirara–. Siguiente.

¿Hablaba en serio? Primer día y ya tenía un punto extra. También pensé en sacar mi teléfono para tomar una foto, pero hace dos días se me cayó y la cámara quedó inservible. Mi suerte empieza a cambiar.

Las siguientes clases transcurrieron con menor tensión que la primera, los maestros que le precedieron al primero solo nos pidieron presentarnos y nombrar un objetivo para este año escolar, primer día de adaptación, es lo normal ¿No?

Pero parece que al profesor Davis no le iba eso de las adaptaciones, fue el único en dejarnos una larga tarea para el día siguiente, motivo por el cual me desvelé… No, en realidad no me desvelé solo por la tarea, me desvelé debido a que Avril no paraba de enviarme mensajes con fotografías de los posibles atuendos que se pondría para el siguiente día. Empezaba a arrepentirme de haberle dado mi contacto.

---
Abrí los ojos lentamente aun sintiéndome somnolienta, bostecé mientras metía mi mano bajo la almohada buscando mi teléfono para ver la hora.

¡Maldición! Eran las seis de la mañana, la alarma no había sonado. Me levanté como un resorte de la cama tomando la canasta que contenía mi shampoo, jabón y demás implementos de aseo personal para correr hacia el baño que comparto con seis chicas de ese mismo piso en la residencia.

Al llegar al final del pasillo me encontré con una chica somnolienta apoyada contra la puerta, estaba esperando que otra de las chicas saliera del baño. Esa es la razón por la que debo levantarme a las cinco, para ser la primera en usar el baño.

Me quejé en voz baja mientras la chica frente a mi empezaba a dar golpes a la puerta.

–¡Oye, el baño no es solo tuyo! –reclamó a gritos enfadada.
–¿Cuánto tiempo llevas esperando? –Le pregunté.
–¡Exactamente media hora! –me grito y apretó sus labios–. Lo lamento, no es tu culpa –miró a lo lejano el otro extremo del pasillo donde estaba el baño para las otras seis chicas del mismo piso–. Ese baño está libre, si pudiera… entrar por diez minutos…
–Las ocupantes del lado izquierdo deben usar este baño y las del lado derecho el baño del final del pasillo –repetí las indicaciones que nos habían dado–. Caso contrario seremos sancionadas.
–Sí, lo se… –se remordió el labio.
–Pero si lo usamos y ninguna de las dos dice nada… –levanté mi ceja sonriendo con malicia.
–¡Mierda, sí Necesito el baño ya! –se acercó y susurró– Será nuestro secreto, eres mi cómplice. Yo voy primera –dio cuatro pasos acelerados hacia el otro baño antes de detenerse.
La ocupante de nuestro baño finalmente había salido y con la misma prisa mi cómplice regresó para apartar a la recién salida de un empujón y cerró la puerta tras entrar al baño. 
–¿Qué le pasa? –se quejó la aludida mirando la puerta cerrada.
–¡Pasa que las reglas claramente dicen que no puedes demorar más de diez minutos en el baño! –reclamé–, sobre todo en las mañanas.
–Uy pero que genio… –me hizo muecas y se retiró dejándome con la palabra, cosa que odio.
–¡Hay más ocupantes en esta residencia! ¡¿No lo sabes?! –le grité viendo como entraba en su cuarto dejándome una señal obscena con su dedo medio–. Perra –pensé mientras apretaba mis dientes.
–Bien, diez minutos no son demasiado… –miré la hora en mi teléfono. Sí, era demasiado si quería poder ducharme, secar y planchar mi cabello, maquillarme y vestirme “bien”.

Miré el baño al final del pasillo, tal vez nadie del lado derecho iba a usarlo… lo pensé un par de segundos y ya estaba caminando hacia el baño deseando que nadie quisiera usarlo.
Minutos después salí del baño para encontrarme con una chica bajita que tenía su cabello enredado con unos rulos color rosa, me miró un par de segundos y abrió su boca sorprendida.

–¡Tú no eres de nuestro lado! –me acusó señalándome. Vaya suerte… me habían atrapado.
–Si… escucha, lo lamento, lo que pasa es que… –intenté excusarme, pero otra chica salió de uno de los cuartos del lado derecho–. Genial… más testigos.

Debatimos como si fuéramos Corea del norte y Corea del sur reclamando la delimitación de cada lado del mismo piso en la residencia. Regresé a mi cuarto fastidiada, habían robado valiosos minutos de mi tiempo y ahora tenía que darme prisa para estar “perfecta” e ir a clases.
La ropa volaba de extremo a extremo en el pequeño cuarto, debí preparar mi atuendo con anticipación. –Tonta.

El peine se enredaba en mi aun húmedo cabello, no iba a terminar a tiempo entonces recurrí a la liga, aquella que atas al cabello en un moño que intenté peinar lo mejor posible, apliqué el toque final de brillo labial y tomé mi bolso en el que solo cabían dos de los tres libros que había comprado el día anterior para las materias que estaban hoy en mi horario.  

Calcé mis zapatos lista para irme y miré libro restante sobre mi escritorio, no podía dejarlo, tendría que llevarlo a mano ya que era el de inglés, el más importante a mi parecer debido al estricto profesor Davis.

Bajé a prisa las gradas de mi residencia que afortunadamente solo tiene dos pisos y yo me alojó en el último, seguro si tenía mil pisos yo estaría alojada en el último.

Empezaba el día de malas y caminaba a prisa mirando con desesperación la pantalla de mi teléfono cada minuto, iba a llegar tarde a la primera clase; ingles.

¿Dónde quedó la suerte que tuve ayer? Lo sé, dije que dejaría de quejarme, pero es inevitable cuando todo te sale mal.

Atravesé las canchas de césped ignorando por completo el camino por el que se supone deben ir los peatones, lo único que me importaba era llegar a tiempo y no lo iba a lograr si tomaba el camino largo.

Me detuve frente a los dos edificios contiguos y miré por unos segundos el pasaje en medio de estos, ¿ratas? no lo creo, la universidad es bastante… limpia.

Caminé a prisa por el pasaje que debido a la altura de los dos edificios era un poco sombrío a las siete de la mañana.

Vi la hora en mi teléfono una vez más y un mensaje de Avril llegó en ese preciso instante.

Musité con mis dientes apretados –Ahora no Avr… –¡dolor! Había chocado abruptamente con algo, retrocedí un paso como rebote por el impacto soltando mi bolso y libro. Levante mi mirada para encontrarme con un sujeto.

Esta podría ser la perfecta escena que vi en las películas donde la chica choca por accidente con el chico, él se disculpa y los dos se agachan al mismo tiempo para recoger las cosas que cayeron al piso quedando a centímetros de besarse.

El sujeto de cabello gris y grandes ojos ligeramente rasgados fruncía molesto su rostro frotando su pecho con una mano en la que portaba un cigarrillo humeante, llevaba puesta una camiseta negra sin mangas con un estampado de «Metálica», los collares que colgaban de su cuello dejaban ver ligeramente un tatuaje en medio. Podría haberlo analizado mejor pero el humo que acababa de soltar frente a mi rostro me lo impidió.


–Fíjate por donde vas –reclamó él con una voz grave de aliento a licor y se fue dejándome ahí sin una disculpa o la romántica escena de película.   




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