Metí los
libros de novelas para adolescentes dentro de una caja vieja de zapatos sobre
los DVDs de películas acerca de “adolescentes populares” y lo metí hasta el
fondo de mi cama, lo más escondidos posible. No es que me guste leer esa clase
de basura ya que para mí la vida no es color de rosa, pero debo aprender a
comportarme como una chica “sociable” “buena” y “popular” de alguna forma, los
libros y películas fueron la mejor opción.
Lo mío eran
pantalones negros ajustados o jeans rotos no por moda sino por el uso continuo,
con una sencilla blusa de estampado poético, en general insultos y una sudadera
de color oscuro si llevaba zapatos deportivos o la única chaqueta rockera que
poseía, si llevaba botas.
Cargué mi
bolso al hombro odiándolo, hubiera preferido una mochila sencilla, este bolso
costó demasiado. Pasé el peine por mi cabello una vez más como si no hubieran
sido suficiente las dos horas previas de planchado, respiré profundo mirando
con decisión mi reflejo en el espejo y me sonreí a mí misma dándome ánimos. –Tú puedes hacerlo.
Salí de mi
cuarto para encontrarme en el pasillo un desfile de chicas que al igual que yo
se hospedan en la residencia estudiantil de la universidad estatal,
lamentablemente este edificio es el único que no está dentro del campus.
Que puedo
decir; las personas con suerte fueron sorteadas para hospedarse en los
edificios modernos dentro del campus y las personas como yo… tendrán que
caminar quince minutos cada mañana para llegar al campus. Ya había cronometrado
el tiempo que me tomaría llegar, espero que al menos la facultad esté en uno de
los nuevos y modernos edificios frontales y no en los antiguos edificios que se
encuentran al atravesar el extenso conjunto de canchas recreativas.
Tras los
quince minutos de camino al campus me encontraba en el edificio de la
administración mirando una multitud desorganizada de estudiantes que se daban
empujones para ver las listas publicadas en la cartelera, no iba a sumarme a
esa horda de brutos así que esperé con paciencia que el camino se despejara y
finalmente pude buscar mi nombre entre las listas.
–¿También
estás en la facultad de Diseño y Comunicación? –¿Me lo estaban preguntando a
mí? Regresé mi mirada para encontrarme con una rubia sonriente y esta continuó
parloteando–. Lo digo porque estas mirando en la lista de esa facultad, además mi
nombre también está en esa lista… pregunté lo obvio.
La rubia rió
de su propio comentario e imité su acción tratando de recordar lo que había
leído y visto sobre socializar. Afortunadamente a ella se le daba naturalmente
y no tuve que hacer más que seguirle la corriente.
Ya había
platicado con alguien, Avril Lee; mitad extranjera, bonita, amigable y rubia.
Seguramente
sería una de las chicas populares de la clase, era perfecta para ser mi amiga e
iba por buen camino ya que reíamos cómplices burlándonos de dos hombres viejos
y gordos que jugaban vóley en una de las canchas recreativas. Así es, mi
facultad estaba en los edificios tras las canchas, más minutos por caminar cada
mañana.
–¿Cuál…
es? –cuestionó Avril mirando extrañada
el mapa que poseía en su mano.
–El edificio
del final –señalé en el mapa y ella hizo una mueca. Juntas miramos los dos
edificios contiguos que teníamos enfrente–. Si vamos por ese… callejón –señalé
en medio de los edificios–. Cruzaríamos directo a la facultad.
–Ehm… –ella
arrugó su rostro–. No lo creo, seguro hay ratas ahí, prefiero rodear los
edificios –caminó siguiendo el sendero convencional bordeado por arbustos
perfectamente podados.
Mi cuerpo perezoso
me decía que cruzara por el pasaje entre los edificios para evitar caminar más,
pero Avril regresó su mirada hacia mí esperándome y tuve que seguirla.
Tras varios metros
de caminata que continuaba creyendo fueron innecesarios, llegamos al edificio
de nuestra facultad, subimos hasta el sexto y último piso jadeantes.
–Nunca había
subido tantas gradas juntas en mi vida –se quejó la rubia respirando
entrecortadamente y aferrándose a mi brazo.
–El
arquitecto que diseñó este edificio pensó que seis pisos eran desmerecedores de
un elevador –inhalé profundo intentando recobrar el aliento.
–Veámoslo por
el lado bueno… –Avril removió los mechones de cabello que le cubrían el rostro
peinándolos con sus dedos dejando un perfecto peinado, tomó aire profundo y
sonrió–. Si subimos cada día seis pisos de gradas tendremos piernas y trasero
envidiables –soltó una risita aguda y coqueta mientras se palmeaba las partes
mencionadas.
–¡Es este
salón! –exclamó.
Sonreí ante
la infantil acción que junto a su evidente belleza la hacían lucir adorable,
agitó su mano llamándome, aceleré mi paso hasta llegar a ella y se enganchó a
mi brazo para entrar al salón en el que todos ya habían ocupado un lugar.
Estaba en desventaja por esperar hasta el final para informarme sobre la
ubicación de mi clase.
Normalmente
me siento a la última fila en cada lugar al que voy, pero esos lugares ya
estaban ocupados, hubiera gruñido y mostrado una evidente molestia, pero Avril no
me dio tiempo a ello ya que jaló mi brazo llevándome a la primera fila donde
restaban dos asientos libres.
Jalé la silla
ruidosamente y me senté fijándome en las leyendas escritas sobre la mesa, el
sonido de la puerta cerrándose con brusquedad llamó mi atención, un hombre no
tan viejo, delgado y notablemente extranjero de calva brillante caminaba a
prisa hacia el escritorio en la esquina del salón para dejar su maletín.
–Buenos días
jóvenes –articuló el sujeto caminando de regreso al centro del salón quitándole
la tapa a un marcador que portaba en su mano–. Yo soy el PhD… –acentuaba el
marcador en el pizarrón escribiendo su nombre mientras nos lo iba
diciendo– Bastian… Davis… –subrayó el
nombre provocando un rechinido sobre el pizarrón haciendo que nos retorciéramos
por el molesto sonido–. Seré su profesor de inglés –levantó sus cejas
sonriendo–. Ya debieron imaginárselo al verme ¿verdad?
En realidad,
sí, imaginé que sería un profesor de inglés ya que es extranjero, pero no me
inmuté mientras los demás asentían y respondían asertivamente con risitas.
–Además de
ser su profesor de inglés, seré el encargado de esta clase –sonrió casi
tétricamente–, de modo que más les vale mantener un buen promedio en todas las
materias ya que me caracterizo por tener siempre a cargo los mejores estudiantes
de esta facultad y este año no será la excepción. ¿Entendido? –levantó su ceja
mirándonos uno a uno siguiendo cada fila de asientos. Intimidante y exigente,
genial… y lo digo con sarcasmo.
Casi pude
escuchar tragar con dificultad a mis compañeros ante la amenaza del profesor y
como si nada este se giró hacia el pizarrón, borro su nombre y empezó
escribiendo los días de la semana para luego hacer una cuadricula, todos
mirábamos confundidos hacia el pizarrón, en la fila bajo los días de la semana
escribió los nombres de unas cuantas materias que estaban en la malla
curricular de nuestra carrera y entonces lo comprendí, ese era nuestro horario
de clases.
Me giré
ligeramente para sacar de mi bolso un cuaderno y lápiz para empezar a copiar lo
que el profesor escribía con concentración mientras mis compañeros continuaban
murmurando entre ellos.
–¿Qué haces?
–musitó Avril a mi oído.
–Copio
–señalé el pizarrón como si fuera lo más lógico del mundo.
–Ah… ¿Y qué
es? –bajo aún más el volumen de su voz.
–Nuestro
horario, creo –respondí con el mismo tono.
–¡Bien! –exclamó el profesor al terminar de llenar
cada cuadro con el nombre de una materia, lo había escrito en tiempo record–.
Este será su horario de clases… –nos miró frunciendo ligeramente el ceño–. ¿Qué
esperan para copiar?
Todos se
movieron provocando ruido en el salón de clases, pocos empezaron a copiar en
sus cuadernos mientras los restantes incluyendo a Avril apuntaban sus teléfonos
hacia el pizarrón tomando fotos.
–Dije copiar,
no tomar fotografías –reclamó el profesor y señaló–. Tú, tú, tú, tú –de pie y
hagan una fila frente al escritorio. Continuó señalando–. Tú, tú, tú, y tú
también –¿Qué hice? Me acababa de señalar.
–Seguir correctamente
las ordenes tiene sus recompensas. Tienes un punto extra que lo podrás usar
para cualquier nota de este parcial –agitó su mano indicándole al primero en la
fila que se retirara–. Siguiente.
¿Hablaba en
serio? Primer día y ya tenía un punto extra. También pensé en sacar mi teléfono
para tomar una foto, pero hace dos días se me cayó y la cámara quedó
inservible. Mi suerte empieza a cambiar.
Las
siguientes clases transcurrieron con menor tensión que la primera, los maestros
que le precedieron al primero solo nos pidieron presentarnos y nombrar un
objetivo para este año escolar, primer día de adaptación, es lo normal ¿No?
Pero parece
que al profesor Davis no le iba eso de las adaptaciones, fue el único en
dejarnos una larga tarea para el día siguiente, motivo por el cual me desvelé…
No, en realidad no me desvelé solo por la tarea, me desvelé debido a que Avril
no paraba de enviarme mensajes con fotografías de los posibles atuendos que se
pondría para el siguiente día. Empezaba a arrepentirme de haberle dado mi
contacto.
---
Abrí los ojos
lentamente aun sintiéndome somnolienta, bostecé mientras metía mi mano bajo la
almohada buscando mi teléfono para ver la hora.
¡Maldición!
Eran las seis de la mañana, la alarma no había sonado. Me levanté como un
resorte de la cama tomando la canasta que contenía mi shampoo, jabón y demás
implementos de aseo personal para correr hacia el baño que comparto con seis chicas
de ese mismo piso en la residencia.
Al llegar al
final del pasillo me encontré con una chica somnolienta apoyada contra la
puerta, estaba esperando que otra de las chicas saliera del baño. Esa es la
razón por la que debo levantarme a las cinco, para ser la primera en usar el
baño.
Me quejé en
voz baja mientras la chica frente a mi empezaba a dar golpes a la puerta.
–¡Oye, el
baño no es solo tuyo! –reclamó a gritos enfadada.
–¿Cuánto
tiempo llevas esperando? –Le pregunté.
–¡Exactamente
media hora! –me grito y apretó sus labios–. Lo lamento, no es tu culpa –miró a
lo lejano el otro extremo del pasillo donde estaba el baño para las otras seis chicas
del mismo piso–. Ese baño está libre, si pudiera… entrar por diez minutos…
–Las
ocupantes del lado izquierdo deben usar este baño y las del lado derecho el
baño del final del pasillo –repetí las indicaciones que nos habían dado–. Caso
contrario seremos sancionadas.
–Sí, lo se…
–se remordió el labio.
–Pero si lo
usamos y ninguna de las dos dice nada… –levanté mi ceja sonriendo con malicia.
–¡Mierda, sí
Necesito el baño ya! –se acercó y susurró– Será nuestro secreto, eres mi
cómplice. Yo voy primera –dio cuatro pasos acelerados hacia el otro baño antes
de detenerse.
La ocupante
de nuestro baño finalmente había salido y con la misma prisa mi cómplice
regresó para apartar a la recién salida de un empujón y cerró la puerta tras
entrar al baño.
–¿Qué le
pasa? –se quejó la aludida mirando la puerta cerrada.
–¡Pasa que
las reglas claramente dicen que no puedes demorar más de diez minutos en el
baño! –reclamé–, sobre todo en las mañanas.
–Uy pero que
genio… –me hizo muecas y se retiró dejándome con la palabra, cosa que odio.
–¡Hay más
ocupantes en esta residencia! ¡¿No lo sabes?! –le grité viendo como entraba en
su cuarto dejándome una señal obscena con su dedo medio–. Perra –pensé mientras apretaba mis dientes.
–Bien, diez
minutos no son demasiado… –miré la hora en mi teléfono. Sí, era demasiado si quería
poder ducharme, secar y planchar mi cabello, maquillarme y vestirme “bien”.
Miré el baño
al final del pasillo, tal vez nadie del lado derecho iba a usarlo… lo pensé un
par de segundos y ya estaba caminando hacia el baño deseando que nadie quisiera
usarlo.
Minutos
después salí del baño para encontrarme con una chica bajita que tenía su
cabello enredado con unos rulos color rosa, me miró un par de segundos y abrió
su boca sorprendida.
–¡Tú no eres
de nuestro lado! –me acusó señalándome. Vaya suerte… me habían atrapado.
–Si… escucha,
lo lamento, lo que pasa es que… –intenté excusarme, pero otra chica salió de
uno de los cuartos del lado derecho–. Genial…
más testigos.
Debatimos como
si fuéramos Corea del norte y Corea del sur reclamando la delimitación de cada
lado del mismo piso en la residencia. Regresé a mi cuarto fastidiada, habían
robado valiosos minutos de mi tiempo y ahora tenía que darme prisa para estar
“perfecta” e ir a clases.
La ropa
volaba de extremo a extremo en el pequeño cuarto, debí preparar mi atuendo con
anticipación. –Tonta.
El peine se
enredaba en mi aun húmedo cabello, no iba a terminar a tiempo entonces recurrí
a la liga, aquella que atas al cabello en un moño que intenté peinar lo mejor
posible, apliqué el toque final de brillo labial y tomé mi bolso en el que solo
cabían dos de los tres libros que había comprado el día anterior para las
materias que estaban hoy en mi horario.
Bajé a prisa
las gradas de mi residencia que afortunadamente solo tiene dos pisos y yo me
alojó en el último, seguro si tenía mil pisos yo estaría alojada en el último.
Empezaba el
día de malas y caminaba a prisa mirando con desesperación la pantalla de mi
teléfono cada minuto, iba a llegar tarde a la primera clase; ingles.
¿Dónde quedó
la suerte que tuve ayer? Lo sé, dije que dejaría de quejarme, pero es
inevitable cuando todo te sale mal.
Atravesé las
canchas de césped ignorando por completo el camino por el que se supone deben
ir los peatones, lo único que me importaba era llegar a tiempo y no lo iba a
lograr si tomaba el camino largo.
Me detuve
frente a los dos edificios contiguos y miré por unos segundos el pasaje en
medio de estos, ¿ratas? no lo creo, la universidad es bastante… limpia.
Caminé a
prisa por el pasaje que debido a la altura de los dos edificios era un poco sombrío
a las siete de la mañana.
Vi la hora en
mi teléfono una vez más y un mensaje de Avril llegó en ese preciso instante.
Musité con
mis dientes apretados –Ahora no Avr… –¡dolor! Había chocado abruptamente con
algo, retrocedí un paso como rebote por el impacto soltando mi bolso y libro.
Levante mi mirada para encontrarme con un sujeto.
Esta podría
ser la perfecta escena que vi en las películas donde la chica choca por
accidente con el chico, él se disculpa y los dos se agachan al mismo tiempo
para recoger las cosas que cayeron al piso quedando a centímetros de besarse.
El sujeto de
cabello gris y grandes ojos ligeramente rasgados fruncía molesto su rostro frotando
su pecho con una mano en la que portaba un cigarrillo humeante, llevaba puesta
una camiseta negra sin mangas con un estampado de «Metálica», los collares que
colgaban de su cuello dejaban ver ligeramente un tatuaje en medio. Podría
haberlo analizado mejor pero el humo que acababa de soltar frente a mi rostro
me lo impidió.
–Fíjate por
donde vas –reclamó él con una voz grave de aliento a licor y se fue dejándome
ahí sin una disculpa o la romántica escena de película.
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