Aun no sabía bien qué clase de personas eran aquellos
chicos, intente no entrar en pánico auto regañándome mentalmente por haberme
subido en primer lugar al auto con Owen. No soy el tipo de chica que se va con
cualquier desconocido, pero lo hice y quizá iba a ser uno de mis peores errores
en la vida.
Mi paranoia me decía que a lo mejor lo que se avecinaba
era una de esas fiestas alocadas con sexo drogas y rock&roll… no, estos
chicos no son de rock&roll sino más bien… ¿Hip Hop?
Vi a Loopy hacer un movimiento algo gracioso con sus
hombros al cortar la llamada. –Azah…
¡party! –canturreó acentuando el movimiento mientras caminaba hacia la
casa, ¿Estaba bailando?
Regresé mi mirada inquieta hacia Owen y cuestioné.
–¿A quiénes se refiere tu amigo con; “todos”?
–Ah… –Owen sonrió– solo unos cuantos amigos.
Fruncí mi ceño. –Idiota.
–¿Cómo me dijiste? –Owen se sorprendió, pero sonreía–.
¿Ya tenemos ese tipo de confianza bro?
Puse mis ojos en blanco con exasperación. –¡¿Cómo voy a
irme con mi ropa toda mojada?! ¡Idiota! –salpiqué agua a su rostro.
–¿No acabas de escuchar? Habrá una fiesta, no vas a irte.
–Owen sonrió ligeramente con un solo lado de la comisura de su boca y caminó
abriéndose paso entre el agua hacia las gradas emergiendo de la piscina.
–Y suponiendo que me quedara a esa fiesta –le grité
mientras veía el agua escurrir de su amplia espalda–, ¿pretendes que permanezca
así toda mojada?
Un notorio sonido de burla proveniente del sujeto frente
a mi llamó mi atención, Daniel tenía los codos apoyados en él tuvo de la
piscina.
–¿Qué es tan gracioso? –cuestioné levantando mi ceja
desafiante mientras intentaba mantener mi mirada fija en sus ojos.
Él sonrió evitando por primera vez mi mirada, volteó
ligeramente su rostro hacia un lado dejándome ver su marcado mentón, no tardó
dos segundos en regresar su mirada y caminó lentamente hacia mí manteniendo la
sonrisa en sus carnosos y definidos labios mostrándome dientes perfectos y una
ligera arruga en su nariz.
Mi pulso empezó a acelerarse y mi boca se secó a pesar
del hecho que estaba rodeada por tanta agua, cada mirada que le daba a ese
sujeto me dejaba descubrir un detalle nuevo en él, esta vez esa sonrisa que lo
hacía ver… ¿dulce?
Con cada pasó que él daba hacia mí, sus labios se iban
cerrando hasta esconder sus dientes, pero la sonrisa aún estaba ahí solo que
esta vez parecía algo… lujuriosa. Di un paso atrás chocando contra la pared de
la piscina mientras podía escuchar mis propios latidos.
–Tu comentario –mencionó el con su profunda y viril voz.
–¿Eh? –musité sonando ligeramente ronca al verlo a un
metro de distancia.
–Preguntaste que era tan gracioso y he respondido que tu
comentario –continuaba acercándose lentamente.
–Ah… –intenté evitar su mirada y contener mis nervios–
¿Qué... que comentario? –él estaba a centímetros de mi cuerpo y me odié tras
soltar aquella interrogante con tan temblorosa voz.
–Lo de permanecer así –miró hacia abajo, ¿me estaba
escaneando?–, “toda mojada”. Sabes que esa es una frase que podría ser mal
interpretada ¿cierto? Sobre todo, por los hombres. Si tanto te gusta Owen
disimula un poco, a él no le van las chicas fáciles, aunque lo parezca.
–¡¿Qué?! –de pronto todas mis sensaciones se
transformaron en indignación–. Un momento… ¿me estás diciendo que dije algo con
doble sentido a propósito para coquetear con Owen? ¡Por supuesto que no! Y
apártate de mí –lo empujé con mis manos, pero él no se movió y sonrió
cínicamente–. ¿No conoces el concepto de espacio personal? –volví a empujarlo y
el volvió a sonreír, empezaba a molestarme demasiado.
–La que no conoce el concepto de “espacio personal” eres
tú, ¿Por qué estas tocándome?
–¡Yo no estoy tocándote, estoy empujándote! –repetí la
acción–. ¡Apártate!
Él me dedicó otra sonrisa cínica y se apartó dirigiéndose
a las gradas riendo hasta que entró por la puerta de la cocina, sentía que
pronto el agua podría empezar a burbujear debido a que yo hervía en furia.
–¡Que sujeto más arrogante, grosero, imbécil…
–No se me ocurrían más sinónimos para
insultarlo y terminé gruñendo en voz alta– ¡Ahhhg!
–Ey bro –Owen apareció con una toalla enorme en sus
manos– ¿Tan molesta estas porque te lanzamos a la piscina con ropa? –él sonrió
mientras estiraba la toalla–. Te traje una toalla.
Inspiré profundo al verlo y exhalé lentamente para
calmarme, Owen no tenía la culpa de tener un amigo idiota, no iba a desquitarme
con él, caminé con dificultad hacia las gradas para emerger de la piscina con
mi ropa empapada y él me cubrió con la toalla como si fuera una madre que
arropa a su hija, me provocó ternura y me sentía agradecida, aunque fuera él el
causante de que me encontrara en ese estado.
–¿Y ahora que, me voy envuelta en esta toalla? –cuestioné
haciéndole una mueca.
–Insistes con lo de irte… –Owen frunció un mohín.
–Tú ya te has vestido –lo señalé–, claro porque a ti
nadie te tiró al agua con toda tu ropa puesta –mencioné sarcástica.
–Bueno, por lo menos te quité los zapatos.
–Oh, que considerado –solté mi sarcasmo una vez más y él
solo sonrió–. Me hubiera quedado a la “fiesta” –hice comillas con mis dedos–
pero ya que estoy toda empapada. No.
–Pero yo tengo la solución para eso –él tomó mi mano–.
Sígueme.
Me llevó de la mano dentro de la cocina donde Loopy
asaltaba una bolsa de papitas fritas, el moreno también se había cambiado a
unos pantalones jeans anchos y caídos en su trasero, una camiseta igual de
ancha blanca con un estampado estrambótico en la parte frontal y le cruzaba por
el pecho algo parecido a una pequeña mochila, además usaba unas gafas de sol con
marco dorado, cristal rosa traslucido y una gorra de visera también de color
rosa. Antes de ver a Loopy jamás habría creído que el color rosa le pueda
sentar tan bien a un hombre, él me miró sonriente mientras masticaba las
papitas y agito su mano como un saludo infantil.
–Voy arriba –Owen informó a su amigo.
–Umm –respondió Loopy asintiendo con su cabeza mientras
volvía a llenarse la boca con frituras.
Fui llevada de la mano hacia un segundo piso donde al
terminar las gradas había un largo pasillo con dos puertas a cada lado, solo
una de las puertas en el lado izquierdo del pasillo estaba abierta y fue ahí
donde entramos.
La habitación era grande y estaba iluminada por los rayos
del sol que traspasaban tres enormes ventanales, había dos camas simples a cada
extremo de la habitación, el techo era rustico; se podían ver los tablones que
atravesaban el techo de madera perfectamente lacada del que colgaban dos
lámparas grandes y redondas.
–Esta casa es hermosa… –musité examinando cada detalle
boquiabierta.
–¿Hablas en serio?
–cuestionó Owen sorprendido y soltó mi mano–. La mayoría de personas,
incluyéndome, pensamos que es una casa vieja –rió.
–Bueno, sí, pero… el estilo de esta casa “vieja”, no es común
para este país, es lo que la hace aún más fascinante.
–En eso tienes razón, el padre de Bloo le compró esta
casa a un arquitecto extranjero que vivía aquí.
–Ya veo… el padre de Bloo… ¿Y, por cierto, donde están
sus padres, porque su hermana vive en la residencia estudiantil si tienen esta
casa?
–Los padres de…
–¡Owen! –Daniel irrumpió en la habitación con evidente
enfado–. ¡¿No quieres darle también la información de mi cuenta bancaria?!
Owen carcajeó y yo fruncí mi ceño, ¿Qué se creía ese
tipo, que iba a robarle o algo así?
–Solo platicábamos de… –Owen intentó explicarse, pero fue
interrumpido una vez más.
–Tengo que hablar contigo. –Daniel hizo un gesto
indicándole a Owen que lo acompañara.
Owen suspiró con desgano y rodeó sus ojos para luego
hablarme mientras señalaba. –Tras esa puerta está el cuarto de baño, dejé algo
de ropa para ti, puedes cambiarte. –salió después de la explicación y cerró la
puerta tras él.
Se me ocurrió preguntar algo más de modo que caminé hacia
la puerta, pero cuando iba a abrirla escuché voces, aquellos dos se habían
quedado hablando fuera de la habitación, la curiosidad me dominó y pegué mi
oreja a la puerta intentando escuchar.
–Oye, no te juzgo por obsesionarte con esa desconocida –Daniel
hablaba en voz baja pero no lo suficiente como para que yo no lo escuchara–,
pero ya la subiste a mi auto, la trajiste a nuestra oficina y ahora le dices
todo de mí. ¡Men! habla de ti mismo no de mi información privada.
Aunque me cueste aceptarlo Daniel tenía razón, yo era una
completa extraña para ellos, continué escuchando.
–Ya te dije que no es una extraña –argumentó Owen–, la
conozco desde hace demasiado tiempo.
–¡Ni siquiera estas seguro de si es ella! –exclamó Daniel
en voz alta.
–¡Cállate! –exclamo Owen en susurros audibles y después
de eso solo escuche silencio.
¿Había escuchado bien? Estaba confundida, ¿A qué se
refería Daniel con “Ni siquiera estas seguro de si es ella”? La intriga me
carcomía, pero si había algo que me incomodaba más, era el hecho de que aún
tenía mi ropa empapada y de repente se me escapó un estornudo así que fui a
prisa hacia el cuarto de baño.
Al final del cuarto pude ver una ducha, la cortina estaba
recogida sobre el tubo y goteaba agua, parecía que alguien se había dado una
ducha recientemente, a esto le proseguía un sanitario relucientemente limpio,
un lavabo montado en un mesón de no más de dos metros que llegaba hasta la
pared y un gran espejo cubría toda la zona sobre el mesón.
Mi atención fue atraída por unas cuantas bolsas plásticas
blancas, de aquellas que se usan para enviar cosas por correo, estaban apiladas
sobre la esquina del mesón junto al lavabo, dudosa tomé una de las bolsas
plásticas, en el centro estaba pegada una etiqueta con la información del
contenido: “Sportswear set two pieces -
olive green - M” ¿Era ropa? Tomé la otra bolsa que era un poco más pequeña
que la primera, leí la información de la etiqueta: “Women's shirt – white - S” No podía entender nada, solo supuse que
se trataba de ropa y tomé la última bolsa, esta era aún más pequeña que las
anteriores: “bikini – gold – S” ¡De
acuerdo, eso sí lo había entendido! Volteé la bolsa plástica buscando la
abertura, estaba sellada así que la rompí y saqué lo que me temía; un bikini de
color dorado.
Me apresuré a abrir la bolsa más grande desgarrándola y
me encontré con un chándal deportivo de dos piezas, el pantalón lucía bien,
pero la parte superior que se trataba de una capucha con mangas largas no me
llegaría ni al ombligo.
Las prendas tenían estampado un pequeño logo dorado de
una gota, rápidamente recordé las cajas apiladas en el primer piso y revisé la
etiqueta en la tela, el mismo logo estaba presente, así como en la descripción
de la bolsa de plástico donde había más información, pero estaba en inglés y
ese idioma no es mi fuerte pero finalmente entendía; la “empresa” de estos
chicos era una marca de ropa.
Otro estornudo se me escapó y fruncí mi rostro, empezaba
a tiritar de frío, me desnude por completo y me puse el bikini que tendría que
hacer la función de ropa interior, me quedaba “bien”, aunque ni loca me
mostraría con ese diminuto bañador ante alguien.
Me puse el pantalón de chándal; tenía un resorte que se
ajustaba bien a mi cadera y era flojo con un tiro largo, pero conforme bajaba a
las piernas se iba angostando y terminaba en otro resorte como el de la cadera,
estaba encantada con aquel pantalón aunque no fuera el estilo que se ajustaba a
mi “nueva vida” en la universidad, pero ahí no estaba Avril para enterarse así
que sonreí mientras me miraba al espejo y me puse la camiseta blanca con una
gran gota dorada estampada enfrente.
Me miré al espejo con una mueca, la camiseta era
demasiado ceñida, revisé la etiqueta de la bolsa que la contenía y me encontré
con la “S”, esa era una talla más pequeña de la que comúnmente usaba, suelo
optar por ropa que me quede algo suelta para disimular mi abdomen flácido y
regordete.
–Bro… –escuche la voz de Owen desde fuera y seguido dos
golpecitos en la puerta–, ¿Te quedó bien la ropa?
–¡NO ME DIGAS BRO! –gruñí desde dentro dándole una
palmada a la puerta y pude escuchar su risa.
–¿Te queda o no?
–La verdad es que… –dude unos segundos y me arme de
valor– ¿Tal vez tendrás una talla más… grande?
–¿Mas grande? Pensé que te quedaría bien…
–Bueno me queda, pero… –abrí la puerta tímidamente
asomando solo mi cabeza– esta talla me queda demasiado apretada, ¿tendrás una
XL talvez?
–¡¿XL?! Déjame verte –él carcajeó y empujo la puerta para
verme–. Pero si te queda perfecto.
–Claro que no, y esto –mostré la capucha– ¿les faltó tela
para acabarla?
Él no hacía más que reír –Ese es el diseño, se supone que
muestres algo de piel con este conjunto –guiñó un ojo ante lo que me ruborice.
–Pues yo no… muestro piel… –aclaré mi garganta.
–Por eso te dejé también una camiseta, aunque deberías
solo usarlo sin camiseta, pero ya que aún sopla un poco de brisa creí que
necesitarías un poco más de ropa.
–Por cierto. ¿Es esto a lo que se dedican tú y tus amigos,
tienen una marca de ropa?
Owen sonrió y se cruzó de brazos con una pose orgullosa.
–¡Somos MKIT RAIN, No solo una “marca de ropa” sino la mejor marca de ropa urbana
de Corea del Sur!
–¿Urbana?
–Hip–hop, rap, gang, calle ¡bro! –hizo una seña algo
extraña con sus dedos–. Ropa con swag.
Solté un suspiro de cansancio mientras lo miraba con una
mueca, me quedó claro que ese sujeto loco no va a dejar de decirme “Bro” y si
le reclamo solo va a reírse, no tiene caso.
–Entiendo… –bajé mi mirada para notar que junto a él
había una bolsa plástica negra grande–. ¿Y qué es eso? –señalé.
–Ah, casi lo olvido –tomó bolsa plástica abriéndola y
sacó una mochila–. Dije que te iba a regalar una mochila, ¿recuerdas?
–Wow… –tomé la mochila examinándola. Era grande y gris
con dos compartimentos y un bolsillo pequeño delantero además de bolsillos a los
lados, los tirantes eran ergonómicos, definitivamente un buen diseño y por
supuesto, había un sutil logo de gota en el bolsillo delantero–. ¿También hacen
mochilas?
–Gorras, billeteras, canguros, pañoletas etc. etc.
–Vaya… –estaba realmente asombrada, no era cualquier
empresita, esos chicos tenían una gran marca no solo de ropa urbana sino
también de accesorios–. ¿Tal vez
necesitan una empleada a medio tiempo? –intenté bromear, pero mi pregunta
llevaba algo de verdad que esperaba él no notara y me tranquilicé cuando rió, a
lo que secundé para luego ponerme seria–. ¿Cuánto cuesta todo esto, la ropa y
la mochila?
–Te dije que es un regalo bro.
–No puedo aceptarlo como regalo, voy a pagar por la ropa
que estoy usando y por esa mochila que por cierto me encanta –continuaba
revisando el interior de la mochila e intentaba no mirarlo a los ojos para
evitar la incomodidad de que el dijera que me lo regalaba mientras yo quería
pagar–. Oh, es cierto –tomé la bolsa plástica de su mano–, necesito esta bolsa
plástica para mi ropa mojada.
–Claro, guarda tu ropa ahí y métela en tu nueva mochila
que YO –acentuó la palabra señalándose– te regalo.
–Bien… –no tenía caso discutir con él, pero encontraría
la forma de pagarle–, por cierto… dejé mi billetera y teléfono en el auto de tu
amigo, podrías…
–Claro –él interrumpió antes que terminará mi petición–
te los traeré. –se fue.
Owen es un tipo bastante agradable pero su amabilidad me
empieza a abrumar, no se puede ser tan generoso en esta vida. De repente
recordé la discusión que él tuvo con su amigo fuera de la habitación, ¿Quién es
realmente Owen y porque dijo conocerme desde hace tiempo?
Guardé toda mi ropa mojada dentro de la bolsa plástica y
la metí en la mochila que cargué a mis hombros, até las mangas de la capucha a
mi cintura intentando disimular mis lonjas y me resigné a salir.
Aún estaba descalza así que reduje la velocidad de mis
pasos al llegar al primer piso para no volver a resbalar en el pasillo, pero ya
estaba seco, levanté mi vista y pude ver a Loopy al final de este pasillo con
un trapeador en sus manos.
–Gracias –mencione sonriente señalando el piso.
El me regresó la sonrisa junto a una broma. –Debo
asegurarme de que no arrolles a nadie más.
–¡Ja Ja! Muy gracioso… –sonreí conteniendo mis pensamientos sarcásticos–.
Disculpa, iré a buscar mis zapatos… –caminé de puntitas dirigiéndome hacia la
cocina y continué hasta salir al porche.
Mis zapatos estaban bajo uno de los sillones largos, los
tomé y me senté metiendo las manos en ellos rogando que mis medias estuvieran
dentro, corrí con suerte, estaban ahí y además estaban secas, me las puse y
calce mis pies, ataba mis cordones cuando de repente escuche el motor de un
auto acercarse, terminé de atarme los cordones y me puse de pie curiosa.
Un auto aparcó frente a la casa, la música dentro del
vehículo retumbaba, la puerta del copiloto se abrió y un sujeto de cabello rojo
peinado en puntas salió sonriente, usaba lentes de sol negros y los pendientes
en sus orejas centellaban con los rayos del sol. Vestía unos jeans demasiado
holgados cuyas bastas se recogían en los bordes de unos botines color mostaza,
la camiseta era también bastante ancha y le llegaba casi a las rodillas, menos
mal porque con lo bajo que llevaba esos pantalones se le vería todo.
–¿Alguien me dijo fiesta, porque no veo gente ni escucho
música retumbando este lugar? –mencionó el pelirrojo.
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