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Capítulo quince.



Zapatos de tacón; altos e incómodos, me están matando, apenas podía caminar a paso lento mientras intentaba contonear las caderas pretendiendo ser una “chica sexy”, me dirigía hacia el lujoso auto de Jin que se había estacionado frente a mi residencia, Avril agito su mano desde la ventana del copiloto con una amplia sonrisa saludando, pude ver el perfil de Jimin en el asiento trasero, no se molestó en regresar su mirada hacia mí, tomé aire profundo y sonreí al estar a un paso del auto.
–¡Danbi, te ves fantástica! –exclamó la rubia–, sube.
Extendí mi mano hacia la manija de la puerta y la abrí, Jimin sin mirarme se recorrió al otro extremo del asiento y yo subí sin borrar mi falsa sonrisa.
–¿Cómo están chicos? –cuestione a modo de saludo y Jin regresó ligeramente su rostro para sonreírme.
–Te perdiste la fiesta de ayer –me informó Jin–, la pasamos genial.
¿Si? Bueno, también tuve una fiesta, pero ustedes no tienen por qué saber de aquello. –sonreí conteniendo mis pensamientos y fingí estar interesada–. ¿De verdad?
–¡Si! –exclamó Avril sonriente–. Y hoy continuaremos festejando, pero en la casa de Jimin. ¿verdad Jimin? –cuestionó al callado ocupante junto a mí que solo asintió con su cabeza manteniendo la mirada hacia la ventana de su lado.
–Bien, todos pónganse el cinturón de seguridad –pidió Jin y puso el auto en marcha.
Una hora después llegamos a un barrio “exclusivo”, la plática de los ocupantes del auto era aburrida así que me limité a mirar por la ventana aquellas ostentosas casas y me preguntaba por qué estos chicos adinerados están en una universidad pública, podrían estudiar en universidades privadas.
–¿…si Danbi?  –cuestionó Avril mientras se contorsionaba en el asiento delante de mí para mirarme.
–¿Disculpa? –no le estaba prestando atención a la plática así que no tenía idea de lo que me estaba preguntando.
–¿Qué te sucede Danbi? –cuestionó Jin mirándome por el espejo retrovisor–, has estado callada todo el camino.
–Ah… –sonreí–, lo siento, estoy algo cansada.
–Estaba preguntándote si irías con nosotros a Maldivas en vacaciones de verano.
–Claro, solo déjame robar un banco para ir a ese lugar tan costoso –sonreí debido a mi sarcasmo mental y abrí mi boca para soltar una excusa–. Yo…
–No creo que ella pueda pagar siquiera el costo de estacionamiento en el hotel más económico de Maldivas –mencionó Jimin interrumpiéndome y podía ver su prepotente sonrisa en el reflejo de la ventana.
–Deja de echarle mala vibra a Danbi Jimin –reclamó Avril con el ceño fruncido.
–Solo digo lo que es evidente –insistió Jimin y por primera vez desde que subí al auto regresó su mirada hacia mí para analizarme con su ceja altiva–. De pies a cabeza viste con copias baratas de buenas marcas, ¿no creerás que puedes engañarnos con eso o sí?
Levanté mi ceja mirándolo fijamente mientras apretaba mis dientes con ira y dibujaba una ligera sonrisa en mi rostro. –Me ha atrapado.
–¿Intentar engañarlos? –cuestioné descarada, ya he sido descubierta así que ahora inventaré una excusa astuta–. Nunca dije que fuera adinerada o que viviera en una mansión, es verdad que la ropa que visto es de copia, pero no la uso porque pretenda aparentar algo que no soy, es solo que me gusta vestir así –soy una gran mentirosa, odio esta ropa–, y tampoco puedo costearme un viaje como ese e iba a decirlo antes que tan groseramente me interrumpieras.
–Ella tiene razón Jimin –agregó Jin desde el asiento del conductor mientras se detenía frente a un portón enorme–. Nunca dijo que fuera adinerada.
–Además si vamos de vacaciones yo costearé todo –continuó Avril–, Danbi es mi amiga y quiero llevarla.
–Como sea… –Jimin bajó la ventana de su lado para ser visto por el guardia del portón.
El guardia reverenció al ver a Jimin y corrió dentro de su garita, inmediatamente el portón empezó a abrirse y Jin condujo dentro de la elegante mansión.
¡Maldita sea! Me siento una estúpida, estos chicos saben a la perfección mi pretensión y situación “social”, estúpidamente pensaba que estaba “encajando” en su mundo, la vergüenza me invade, siento mi temperatura corporal elevada y me sudan las manos, aunque mi argumento fue convincente y tanto Avril como Jin no se muestran reacios a mí presencia, Jimin parece haberme declarado la guerra.
 El auto se detuvo y rápidamente Jin bajó para abrirle la puerta a Avril caballerosamente, salí por mi propia cuenta del auto y Avril se abalanzó hacia mí en un abrazo y me susurró al oído.
–No le hagas caso a Jimin, a mí no me importa si tienes o no dinero –ella se apartó y me sonrió–. Eso no es importante.
¿Bromea? Por supuesto que el dinero es importante, si no lo tienes no puedes hacer nada, lo sabré yo.
Avril se enganchó en mi brazo como es su costumbre y caminamos hacia la mansión al igual que Jin y Jimin, al entrar Jimin ordenó a su servidumbre que fueran al auto y sacaran las cosas que él había comprado y las llevaran al “salón de fiestas”.
Atravesamos un magno salón hasta salir por la puerta trasera, un jardín de césped separaba la casa principal de una secundaria, dos hombres vestidos de smoking reverenciaron al vernos y abrieron de par en par las puertas para nosotros.
La decoración dentro del lugar era sobria; kilómetros de tela seda blanca decoraban el techo como si fueran serpentinas cayendo hacia las ventanas donde se mezclaban con seda dorada formando unas cortinas preciosas, la pista de baile en el centro era enorme y estaba bordeada por mesas sobre las que había ostentosos arreglos florales, las empleadas uniformadas empezaban a llegar al lugar con las cajas que Jimin y Jin habían comprado.
–Surtan el bar con las botellas y tengan cuidado –ordenó Jimin sin ápice de amabilidad hacia su servidumbre–, son costosas. El catering estará a punto de llegar así que estén al pendiente.
¿Lo mataría decir “por favor”? cada minuto en presencia de este arrogante hace que me desagrade más y más la decisión de haber venido a esta fiesta.
–Me retiro un momento al baño –justificó Jin y se fue.
–Jimin, me encanta tu salón de fiestas –mencionó Avril en un tono nasal.
–No es gran cosa –sonrió Jimin orgulloso–, pero es mejor que el salón de fiestas de Jin ¿cierto?
–Oh, sí que lo es –respondió Avril cubriendo su boca ocultando una risita hipócrita.
Jimin me miró y levantó su ceja soberbio. –¿Qué te parece mi mansión? –me preguntó.
–Normal –respondí devolviéndole el gesto de la ceja.
–¿Normal? –carcajeó falsamente y metió las manos en los bolsillos de su pantalón–, si claro. Apuesto a que nunca has estado en un lugar como este.
–Ni falta que hubiera hecho –musité sin intención de ser escuchada y fingí una sonrisa señalando en dirección hacia las gradas–. ¿Y que hay arriba?
–Habitaciones –respondió Jimin con simpleza.
¿Habitaciones? ¿Para qué hay habitaciones en el segundo piso de un salón de fiestas? Prefiero no enterarme de modo que ignoré la respuesta.
–¿Dónde está el baño? –cuestioné y Jimin respondió señalando con su dedo–. Vamos al baño por un momento –le informé a Avril jalando su brazo sutilmente y ella empezó a caminar junto a mí.
Al entrar en el baño Avril me dio un resumen de la fiesta en la casa de Jin del día anterior y criticó como la casa de Jimin supera a la de su novio Jin.
Gracias al parloteo de Avril supe que la razón de que Jimin asista a una universidad pública se debe a que su padre es un político de alto cargo en el gobierno y deben aparentar ser humildes ante la sociedad, pero aquel salón de fiestas era todo menos humilde, me pregunto qué pensarían los contribuyentes si supieran la familia de aquel político vive tan ostentosamente gracias al sueldo que le pagan a través de los impuestos.
–En comparación a Jimin, Jin se queda muy corto –comentó Avril entre risitas–, creo que escogí al equivocado, a lo mejor termino con Jin y me quedo con Jimin, oh claro… –me miró por unos segundos y volvió su atención al espejo para aplicarse el brillo labial–, eso si a ti no te interesa Jimin.
–Por supuesto que no me interesa Jimin, puedes quedártelo.
Ella rió divertida, pero yo no le veía la gracia, criticar a su novio a sus espaldas me pareció muy desleal, tanto como el que Jimin se vanagloriara por tener un mejor salón de fiestas en cuanto su amigo se retiró. No quiero imaginar que dicen de mí, estoy segura de que Loopy jamás diría algo malo a las espaldas de Nafla o cualquiera de aquellos chicos… un momento… ¿Por qué hago esa comparación? No importa, sonreí como si me hubiera causado gracia y fingí acomodar mi cabello frente al espejo mientras escuchaba más críticas de parte de la rubia, solo tengo que soportar un par de horas más y me iré con alguna escusa. 
Minutos después un DJ llegó con sus equipos y se instaló sobre lo que parecía un escenario, yo no tenía idea de quien se trataba, pero Avril no paraba de decir que aquel sujeto era el mejor DJ del mundo.
Meseros llegaron con el catering y poco a poco el vació salón se fue llenando de gente, Avril me presentó con varios de sus amigos y amigas, la música electrónica sonaba estrepitosamente y meseros se paseaban por doquier ofreciendo bebidas y bocaditos.
 –¿Lo dices en serio? No puedo creerlo –parloteaba Avril horas después con una pelirroja a la que parecía conocer–, pero entiendo lo molesta que debiste sentirte, mi chofer también raspó uno de mis convertibles una vez y quería matarlo –rodeó sus ojos–, pero ya que no puedo hacer algo como eso, solo hice que mi papi lo despidiera.   
¿Perdón? ¿convertibles? Llevo un par de semanas conociendo a Avril y jamás la vi en uno, tampoco me ha hablado de eso o la escuché expresarse de esa forma así que me parecía algo chocante, pero me limité a sonreír de vez en cuando pretendiendo que me interesaba la banal platica.
–Si me disculpan –sonreí amablemente y dejé mi copa sobre la mesa para luego ponerme de pie–, iré un momento al baño.
Necesitaba huir de ahí, fui al baño y después me escabullí entre la gente que bailaba en la pista hasta llegar a la salida del salón, una brisa de aire golpeó mi rostro y perdí momentáneamente el equilibrio, afortunadamente a mi lado estaba algo o alguien de lo que me pude sujetar y recuperé mi equilibrio.
–¿Ya estás ebria? –cuestionó una voz masculina y burlona
Pacientemente regresé mi mirada y me encontré la última persona que deseaba encontrarme: Jimin, él dio un paso atrás apartándose de mí y se cruzó de brazos mirándome de pies a cabeza con su sonrisa retorcida.
–No estoy ebria –respondí y la verdad es que si estaba algo mareada ya que no había hecho más que beber una copa tras otra–, es por mis zapatos, es difícil equilibrarse en esto –señalé mis zapatos.
–Umh… –él hizo un mohín mientras miraba descaradamente mis piernas–, entonces quítatelos.
–¿Qué? –fruncí mi ceño.
–Si tan incomodos son esos zapatos, quítatelos.
Lo miré un par de segundos con hastío y luego rodeé mis ojos.
–Yo veré que hago con mi incomodidad, no tienes por qué decirme que hacer.
Empecé a caminar por el césped fijando una banqueta como mi objetivo, debe ser el efecto del licor pero, es como si cada paso que diera, aquella banqueta retrocediera un metro más, alejándose de mí.
Inhalé profundo y cerré mis ojos cuando por fin pude sentarme en la banqueta, pero la paz que sentí fue tan breve, sentí un toque en mi tobillo derecho y rápidamente abrí los ojos enderezándome en la banqueta, pude ver a Jimin sentado de cuclillas frente a mí con sus manos deshaciendo el broche del zapato.
–¡¿Qué rayos…?! –retiré mi pie, pero él lo sujetó con fuerza para continuar y pudo sacarme el zapato–. ¡Idiota! ¿Qué haces?
–Shh… –siseó mientras dejaba uno de mis zapatos a un lado y tomaba mi otro pie–, eres muy ruidosa.
–¿Por qué estas tocándome los pies? –bajé mis manos rápidamente para detener sus manos e impedir que me sacara el otro zapato–, ¡Déjame! 
–Solo-intento-ser-amable… –decía él mientras luchaba con mis manos.
–Amable ni una mierda –gruñí mientras me aferraba al broche en mi tobillo en aquella posición tan incómoda.
–¡Esa boca…! –me gritó dejando de forcejear con mis manos, pero no retiró las suyas de mi tobillo.
–¡¿Qué?! –levanté ligeramente mi rostro para dedicarme mi mirada más amenazante–. ¿Acaso los ricos no dicen groserías?
–No se trata de ser rico o no, se trata de ser educado –Finalmente retiró sus manos, pero no se movió de su posición, estaba demasiado cerca de mi rostro–. Y por lo que he visto, tú no eres muy educada que digamos.
 –Menudo idiota… –lo miré un par de segundos y bajé mi mirada hacia mi tobillo, la correíta del zapato estaba a punto de salirse así que me dediqué a ponerla en su sitio mientras continuaba hablando–. No se trata de ser educada o no, se trata de que no soy amable con quienes me desagradan.
–Ah… ¿Yo te desagrado?
–Sí y mucho –respondí aún atenta a mi zapato.
–Pues a mí sí me agradas.
Reí burlona y levanté mi rostro junto con mi cuerpo dispuesta a enderezarme, él acercó rápidamente su rostro hacia mí y me besó fugazmente ya que me eché hacia atrás rápidamente.
–¡¿Qué te pasa?! –grité disgustada y me puse de pie.
–Pasa que me gustas –declaró él poniéndose también de pie con uno de mis zapatos en su mano.
–¿Si? Pues ese es tu problema. ¡Dame mi zapato! –exigí a gritos.
–Quítamelo si puedes –sonrió ladino poniendo en alto mi zapato.
–¿Eres un niño? qué acto tan infantil… –di un paso furioso hacia él, aunque es demasiado alto como para que yo pudiera alcanzar mi zapato.
Él sonreía y retrocedía un paso más cada vez que yo me acercaba, se perfectamente lo que pretende; que me acerque tanto a él intentando alcanzar el zapato e intentará besarme de nuevo. Pues no gracias.
–Como sea, quédate con el zapato –Di media vuelta para largarme de aquel lugar.
–¡Oye! –Me jaloneó del brazo con fuerza haciéndome girar hacia él y chocar contra su pecho, supongo que dejó caer mi zapato al piso ya que su otra mano tomó bruscamente mi mejilla e impactó sus labios contra los míos. 


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