Zapatos de
tacón; altos e incómodos, me están matando, apenas podía caminar a paso lento
mientras intentaba contonear las caderas pretendiendo ser una “chica sexy”, me
dirigía hacia el lujoso auto de Jin que se había estacionado frente a mi
residencia, Avril agito su mano desde la ventana del copiloto con una amplia
sonrisa saludando, pude ver el perfil de Jimin en el asiento trasero, no se
molestó en regresar su mirada hacia mí, tomé aire profundo y sonreí al estar a
un paso del auto.
–¡Danbi, te
ves fantástica! –exclamó la rubia–, sube.
Extendí mi
mano hacia la manija de la puerta y la abrí, Jimin sin mirarme se recorrió al
otro extremo del asiento y yo subí sin borrar mi falsa sonrisa.
–¿Cómo están
chicos? –cuestione a modo de saludo y Jin regresó ligeramente su rostro para
sonreírme.
–Te perdiste
la fiesta de ayer –me informó Jin–, la pasamos genial.
–¿Si? Bueno, también tuve una fiesta, pero
ustedes no tienen por qué saber de aquello. –sonreí conteniendo mis
pensamientos y fingí estar interesada–. ¿De verdad?
–¡Si! –exclamó
Avril sonriente–. Y hoy continuaremos festejando, pero en la casa de Jimin.
¿verdad Jimin? –cuestionó al callado ocupante junto a mí que solo asintió con
su cabeza manteniendo la mirada hacia la ventana de su lado.
–Bien, todos
pónganse el cinturón de seguridad –pidió Jin y puso el auto en marcha.
Una hora
después llegamos a un barrio “exclusivo”, la plática de los ocupantes del auto
era aburrida así que me limité a mirar por la ventana aquellas ostentosas casas
y me preguntaba por qué estos chicos adinerados están en una universidad
pública, podrían estudiar en universidades privadas.
–¿…si
Danbi? –cuestionó Avril mientras se
contorsionaba en el asiento delante de mí para mirarme.
–¿Disculpa?
–no le estaba prestando atención a la plática así que no tenía idea de lo que
me estaba preguntando.
–¿Qué te
sucede Danbi? –cuestionó Jin mirándome por el espejo retrovisor–, has estado callada
todo el camino.
–Ah…
–sonreí–, lo siento, estoy algo cansada.
–Estaba
preguntándote si irías con nosotros a Maldivas en vacaciones de verano.
–Claro, solo déjame robar un banco para ir a ese lugar
tan costoso –sonreí debido a mi sarcasmo mental y abrí
mi boca para soltar una excusa–. Yo…
–No creo que
ella pueda pagar siquiera el costo de estacionamiento en el hotel más económico
de Maldivas –mencionó Jimin interrumpiéndome y podía ver su prepotente sonrisa en
el reflejo de la ventana.
–Deja de echarle
mala vibra a Danbi Jimin –reclamó Avril con el ceño fruncido.
–Solo digo lo
que es evidente –insistió Jimin y por primera vez desde que subí al auto
regresó su mirada hacia mí para analizarme con su ceja altiva–. De pies a
cabeza viste con copias baratas de buenas marcas, ¿no creerás que puedes
engañarnos con eso o sí?
Levanté mi
ceja mirándolo fijamente mientras apretaba mis dientes con ira y dibujaba una
ligera sonrisa en mi rostro. –Me ha
atrapado.
–¿Intentar
engañarlos? –cuestioné descarada, ya he sido descubierta así que ahora
inventaré una excusa astuta–. Nunca dije que fuera adinerada o que viviera en
una mansión, es verdad que la ropa que visto es de copia, pero no la uso porque
pretenda aparentar algo que no soy, es solo que me gusta vestir así –soy una
gran mentirosa, odio esta ropa–, y tampoco puedo costearme un viaje como ese e
iba a decirlo antes que tan groseramente me interrumpieras.
–Ella tiene
razón Jimin –agregó Jin desde el asiento del conductor mientras se detenía
frente a un portón enorme–. Nunca dijo que fuera adinerada.
–Además si
vamos de vacaciones yo costearé todo –continuó Avril–, Danbi es mi amiga y
quiero llevarla.
–Como sea…
–Jimin bajó la ventana de su lado para ser visto por el guardia del portón.
El guardia
reverenció al ver a Jimin y corrió dentro de su garita, inmediatamente el
portón empezó a abrirse y Jin condujo dentro de la elegante mansión.
¡Maldita sea!
Me siento una estúpida, estos chicos saben a la perfección mi pretensión y
situación “social”, estúpidamente pensaba que estaba “encajando” en su mundo,
la vergüenza me invade, siento mi temperatura corporal elevada y me sudan las
manos, aunque mi argumento fue convincente y tanto Avril como Jin no se
muestran reacios a mí presencia, Jimin parece haberme declarado la guerra.
El auto se detuvo y rápidamente Jin bajó para
abrirle la puerta a Avril caballerosamente, salí por mi propia cuenta del auto
y Avril se abalanzó hacia mí en un abrazo y me susurró al oído.
–No le hagas
caso a Jimin, a mí no me importa si tienes o no dinero –ella se apartó y me
sonrió–. Eso no es importante.
¿Bromea? Por
supuesto que el dinero es importante, si no lo tienes no puedes hacer nada, lo
sabré yo.
Avril se
enganchó en mi brazo como es su costumbre y caminamos hacia la mansión al igual
que Jin y Jimin, al entrar Jimin ordenó a su servidumbre que fueran al auto y
sacaran las cosas que él había comprado y las llevaran al “salón de fiestas”.
Atravesamos
un magno salón hasta salir por la puerta trasera, un jardín de césped separaba
la casa principal de una secundaria, dos hombres vestidos de smoking
reverenciaron al vernos y abrieron de par en par las puertas para nosotros.
La decoración
dentro del lugar era sobria; kilómetros de tela seda blanca decoraban el techo
como si fueran serpentinas cayendo hacia las ventanas donde se mezclaban con
seda dorada formando unas cortinas preciosas, la pista de baile en el centro
era enorme y estaba bordeada por mesas sobre las que había ostentosos arreglos
florales, las empleadas uniformadas empezaban a llegar al lugar con las cajas
que Jimin y Jin habían comprado.
–Surtan el
bar con las botellas y tengan cuidado –ordenó Jimin sin ápice de amabilidad hacia
su servidumbre–, son costosas. El catering estará a punto de llegar así que
estén al pendiente.
¿Lo mataría
decir “por favor”? cada minuto en presencia de este arrogante hace que me
desagrade más y más la decisión de haber venido a esta fiesta.
–Me retiro un
momento al baño –justificó Jin y se fue.
–Jimin, me
encanta tu salón de fiestas –mencionó Avril en un tono nasal.
–No es gran
cosa –sonrió Jimin orgulloso–, pero es mejor que el salón de fiestas de Jin
¿cierto?
–Oh, sí que
lo es –respondió Avril cubriendo su boca ocultando una risita hipócrita.
Jimin me miró
y levantó su ceja soberbio. –¿Qué te parece mi mansión? –me preguntó.
–Normal
–respondí devolviéndole el gesto de la ceja.
–¿Normal?
–carcajeó falsamente y metió las manos en los bolsillos de su pantalón–, si
claro. Apuesto a que nunca has estado en un lugar como este.
–Ni falta que
hubiera hecho –musité sin intención de ser escuchada y fingí una sonrisa
señalando en dirección hacia las gradas–. ¿Y que hay arriba?
–Habitaciones
–respondió Jimin con simpleza.
¿Habitaciones?
¿Para qué hay habitaciones en el segundo piso de un salón de fiestas? Prefiero
no enterarme de modo que ignoré la respuesta.
–¿Dónde está
el baño? –cuestioné y Jimin respondió señalando con su dedo–. Vamos al baño por
un momento –le informé a Avril jalando su brazo sutilmente y ella empezó a
caminar junto a mí.
Al entrar en
el baño Avril me dio un resumen de la fiesta en la casa de Jin del día anterior
y criticó como la casa de Jimin supera a la de su novio Jin.
Gracias al
parloteo de Avril supe que la razón de que Jimin asista a una universidad
pública se debe a que su padre es un político de alto cargo en el gobierno y
deben aparentar ser humildes ante la sociedad, pero aquel salón de fiestas era
todo menos humilde, me pregunto qué pensarían los contribuyentes si supieran la
familia de aquel político vive tan ostentosamente gracias al sueldo que le
pagan a través de los impuestos.
–En
comparación a Jimin, Jin se queda muy corto –comentó Avril entre risitas–, creo
que escogí al equivocado, a lo mejor termino con Jin y me quedo con Jimin, oh
claro… –me miró por unos segundos y volvió su atención al espejo para aplicarse
el brillo labial–, eso si a ti no te interesa Jimin.
–Por supuesto
que no me interesa Jimin, puedes quedártelo.
Ella rió
divertida, pero yo no le veía la gracia, criticar a su novio a sus espaldas me
pareció muy desleal, tanto como el que Jimin se vanagloriara por tener un mejor
salón de fiestas en cuanto su amigo se retiró. No quiero imaginar que dicen de
mí, estoy segura de que Loopy jamás diría algo malo a las espaldas de Nafla o
cualquiera de aquellos chicos… un momento… ¿Por qué hago esa comparación? No
importa, sonreí como si me hubiera causado gracia y fingí acomodar mi cabello
frente al espejo mientras escuchaba más críticas de parte de la rubia, solo
tengo que soportar un par de horas más y me iré con alguna escusa.
Minutos
después un DJ llegó con sus equipos y se instaló sobre lo que parecía un
escenario, yo no tenía idea de quien se trataba, pero Avril no paraba de decir
que aquel sujeto era el mejor DJ del mundo.
Meseros
llegaron con el catering y poco a poco el vació salón se fue llenando de gente,
Avril me presentó con varios de sus amigos y amigas, la música electrónica
sonaba estrepitosamente y meseros se paseaban por doquier ofreciendo bebidas y
bocaditos.
–¿Lo dices en serio? No puedo creerlo
–parloteaba Avril horas después con una pelirroja a la que parecía conocer–,
pero entiendo lo molesta que debiste sentirte, mi chofer también raspó uno de
mis convertibles una vez y quería matarlo –rodeó sus ojos–, pero ya que no
puedo hacer algo como eso, solo hice que mi papi lo despidiera.
¿Perdón? ¿convertibles?
Llevo un par de semanas conociendo a Avril y jamás la vi en uno, tampoco me ha
hablado de eso o la escuché expresarse de esa forma así que me parecía algo
chocante, pero me limité a sonreír de vez en cuando pretendiendo que me
interesaba la banal platica.
–Si me
disculpan –sonreí amablemente y dejé mi copa sobre la mesa para luego ponerme
de pie–, iré un momento al baño.
Necesitaba
huir de ahí, fui al baño y después me escabullí entre la gente que bailaba en
la pista hasta llegar a la salida del salón, una brisa de aire golpeó mi rostro
y perdí momentáneamente el equilibrio, afortunadamente a mi lado estaba algo o
alguien de lo que me pude sujetar y recuperé mi equilibrio.
–¿Ya estás
ebria? –cuestionó una voz masculina y burlona
Pacientemente
regresé mi mirada y me encontré la última persona que deseaba encontrarme:
Jimin, él dio un paso atrás apartándose de mí y se cruzó de brazos mirándome de
pies a cabeza con su sonrisa retorcida.
–No estoy
ebria –respondí y la verdad es que si estaba algo mareada ya que no había hecho
más que beber una copa tras otra–, es por mis zapatos, es difícil equilibrarse
en esto –señalé mis zapatos.
–Umh… –él
hizo un mohín mientras miraba descaradamente mis piernas–, entonces quítatelos.
–¿Qué?
–fruncí mi ceño.
–Si tan
incomodos son esos zapatos, quítatelos.
Lo miré un
par de segundos con hastío y luego rodeé mis ojos.
–Yo veré que
hago con mi incomodidad, no tienes por qué decirme que hacer.
Empecé a
caminar por el césped fijando una banqueta como mi objetivo, debe ser el efecto
del licor pero, es como si cada paso que diera, aquella banqueta retrocediera
un metro más, alejándose de mí.
Inhalé
profundo y cerré mis ojos cuando por fin pude sentarme en la banqueta, pero la
paz que sentí fue tan breve, sentí un toque en mi tobillo derecho y rápidamente
abrí los ojos enderezándome en la banqueta, pude ver a Jimin sentado de
cuclillas frente a mí con sus manos deshaciendo el broche del zapato.
–¡¿Qué
rayos…?! –retiré mi pie, pero él lo sujetó con fuerza para continuar y pudo
sacarme el zapato–. ¡Idiota! ¿Qué haces?
–Shh… –siseó
mientras dejaba uno de mis zapatos a un lado y tomaba mi otro pie–, eres muy
ruidosa.
–¿Por qué
estas tocándome los pies? –bajé mis manos rápidamente para detener sus manos e
impedir que me sacara el otro zapato–, ¡Déjame!
–Solo-intento-ser-amable…
–decía él mientras luchaba con mis manos.
–Amable ni
una mierda –gruñí mientras me aferraba al broche en mi tobillo en aquella
posición tan incómoda.
–¡Esa boca…!
–me gritó dejando de forcejear con mis manos, pero no retiró las suyas de mi
tobillo.
–¡¿Qué?!
–levanté ligeramente mi rostro para dedicarme mi mirada más amenazante–. ¿Acaso
los ricos no dicen groserías?
–No se trata
de ser rico o no, se trata de ser educado –Finalmente retiró sus manos, pero no
se movió de su posición, estaba demasiado cerca de mi rostro–. Y por lo que he
visto, tú no eres muy educada que digamos.
–Menudo idiota… –lo miré un par de segundos y
bajé mi mirada hacia mi tobillo, la correíta del zapato estaba a punto de
salirse así que me dediqué a ponerla en su sitio mientras continuaba hablando–.
No se trata de ser educada o no, se trata de que no soy amable con quienes me
desagradan.
–Ah… ¿Yo te
desagrado?
–Sí y mucho
–respondí aún atenta a mi zapato.
–Pues a mí sí
me agradas.
Reí burlona y
levanté mi rostro junto con mi cuerpo dispuesta a enderezarme, él acercó
rápidamente su rostro hacia mí y me besó fugazmente ya que me eché hacia atrás
rápidamente.
–¡¿Qué te
pasa?! –grité disgustada y me puse de pie.
–Pasa que me
gustas –declaró él poniéndose también de pie con uno de mis zapatos en su mano.
–¿Si? Pues
ese es tu problema. ¡Dame mi zapato! –exigí a gritos.
–Quítamelo si
puedes –sonrió ladino poniendo en alto mi zapato.
–¿Eres un
niño? qué acto tan infantil… –di un paso furioso hacia él, aunque es demasiado
alto como para que yo pudiera alcanzar mi zapato.
Él sonreía y
retrocedía un paso más cada vez que yo me acercaba, se perfectamente lo que
pretende; que me acerque tanto a él intentando alcanzar el zapato e intentará
besarme de nuevo. Pues no gracias.
–Como sea,
quédate con el zapato –Di media vuelta para largarme de aquel lugar.
–¡Oye! –Me jaloneó del brazo con fuerza haciéndome girar
hacia él y chocar contra su pecho, supongo que dejó caer mi zapato al piso ya
que su otra mano tomó bruscamente mi mejilla e impactó sus labios contra los
míos.
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