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Capítulo dieciséis.



No son cálidos, al contrario, los labios de Jimin se sentían fríos y por la rudeza con que aquellos chocaban contra los míos intentando recibir una respuesta, parecía como si estuviera besando una pared.
Empujé desesperada con mis manos intentando separarlo, pero él era más fuerte, levanté mi pie, el que aún llevaba un zapato y con todas mis fuerzas le clavé el tacón en el pie, él me soltó y se apartó gruñendo debido al ataque, en cuanto se enderezó y pretendió acercarse de nuevo, lancé un puño hacia su perfecta cara de niño rico. –Él se lo buscó.
–¡Como te atreves! –exclamó él manteniendo la palma de su mano en su mejilla.
–Agradece que no le apunté a tu nariz o ahora mismo estarías sangrando.
–¡Eres una bruta! –me miraba con ira y sonrió retorcidamente– pero claro, que podía esperar de una tipa de tu clase.
–¿De mi clase? ¿A qué te refieres?
–Era de esperarse, las personas de clase baja por lo general resuelven las cosas a golpes debido a la falta de educación.
Hijo de su puta madre… golpe bajo, justo en mis inseguridades y prejuicios, tengo ganas de partirle la cara a golpes y borrar esa retorcida sonrisa, pero no haría más que corroborar lo que él acaba de decir.
–¿Entonces es muy educado besar a alguien a la fuerza? –cuestioné.
–¿Quién dice que fue a la fuerza? –dio un paso hacia mí–. Te gustó, lo sé.
–¿Quieres ser goleado otra vez? ¡No te me acerques!
–Vamos Danbi, es lo que querías. Fingir que estas a nuestro nivel, te hiciste amiga de Avril y Jin, les lavaste el cerebro, pero yo no soy tan manipulable como ellos, puedo ver lo que eres a kilómetros de distancia. ¿Y sabes qué? –levantó sus cejas sonriente–. Hoy es tu día de suerte, puedes ser mi ligue de esta noche.
–¿Ligue? –cuestioné y no pude contener la risa, pronto estaba carcajeando tanto que tuve dificultad para respirar–. Ag… ah mi estómago… –sujeté mi estómago tratando de parar de reír y lo miré fijamente intentando ponerme seria–. Gracioso, pero quien está de suerte hoy eres tu porque no voy a partirle la maldita cara ya que no vale la pena gastar mi energía en un engreído como tú.
Me di vuelta y camine difícilmente un par de pasos ignorando los gritos de Jimin y solo me detuve por un momento para quitarme a prisa el zapato, lo tomé en la mano y continúe caminando hasta llegar al portón principal de la mansión donde el guardia me miró inquisitivamente, debió creer que yo estaba demasiado ebria ya que iba por ahí sin zapatos.
Me alejé de la mansión caminando por la acera a horas de la madrugada, no sabía qué hora exactamente era ya que mi teléfono estaba en el bolso que Avril insistió en dejar guardado junto a los abrigos.
Los automóviles pasaban por la calle sonando su bocina estrepitosamente iluminándome con sus intensas luces y yo solo continuaba caminando sin saber bien a donde iba, estaba demasiado lejos de mi residencia, no tenía dinero ni teléfono y mi cuerpo empezaba a tiritar de frio.
–¡Estúpido Jimin…! –grité enfurecida y lancé mi zapato lejos. Me arrepentía de haber salido de la mansión de aquel idiota, debí regresar en busca de mi bolso y así podría simplemente haberme ido en un taxi.
Justo cuando pensaba que no había algo peor que me pudiera pasar, sentí un intenso dolor en el talón de mi pie izquierdo, una corriente fría me recorrió hasta la columna y caí al piso sentada, tomé por reflejo mi propio pie contorsionándome en el piso para ver que me había causado aquel terrible dolor, me quede sin aire debido a la impactante imagen de un trozo de vidrio incrustado en mi talón.
Empecé a gemir adolorida mientras mis manos temblorosas no sabían si sacar el trozo de vidrio o no. Siempre actúo como si lo tuviera todo bajo control, pero con lo mal que me sentía en ese momento; las lágrimas abandonaron mis ojos empapando mis mejillas y empezaba a entrar en pánico.   
Una luz intensa iluminó la desolada calle y esperaba que aquel vehículo hiciera lo mismo que habían hecho todos; pasar ignorándome por completo ya que así es la sociedad en mi país, nadie se preocupa por nadie y menos por una chica ebria sin zapatos a horas de la madrugada.
Pero me equivoqué, ese vehículo se detuvo y regresé mi mirada hacia la puerta que se abrió lentamente, mi corazón se aceleró y temí por mi seguridad, no podía ver nada con lo brillante de la luz del auto.
–¡Danbi! –la inconfundible y chillona voz de Avril invadió mis tímpanos y pronto la tuve arrodillada junto a mí–. ¡¿Qué te pasó?! ¿Por qué te fuiste así? ¡Cielo santo, tu pie está sangrando!
–Avril… no grites…  –sus gritos empezaban a causarme dolor de cabeza.
Al momento tuve a Jin de cuclillas a mi lado, cubrió mis hombros con mi propio abrigo sin decir una palabra y solo me brindó una ligera sonrisa que surtió más efecto que miles de palabras tranquilizadoras.
–¿Jin, debemos llamar una ambulancia? –cuestionó Avril volteando su rostro evitando mirar mi pie ensangrentado.
–No hace falta baby –Jin respondió a su novia con una voz calmada y asertiva–. La llevaremos a la clínica, no parece algo grave… dame la cinta de tu vestido –pidió él extendiendo la mano hacia su novia.
Avril obedientemente quitó la cinta de ceda que daba dos vueltas en su cintura adornando su vestido y se la entregó a Jin, él sacó de su bolsillo un pañuelo, no sabía que aun hubiera hombres que llevaran pañuelo, luego tomó con cuidado mi pie y puso alrededor del trozo de vidrio el pañuelo hecho una rosquita, después envolvió con cuidado toda la zona del talón con la cinta de ceda asegurando aquella rosquita a mi piel y dejando el vidrio libre, parecía que él sabía muy bien lo que estaba haciendo.
–La madre de Jin es doctora –explicó Avril orgullosa–, y le enseño todo acerca de primeros auxilios.
–Bien, con este vendaje no se moverá ese trozo de vidrío para que no te lastime más y al llegar a la clínica los médicos sabrán que hacer –Jin sonrió humildemente y me miró como si yo fuera una niña pequeña–. Te levantaré, pon tus brazos alrededor de mi cuello y sujétate bien ¿de acuerdo?
Me limité a asentir obedeciendo las instrucciones y rápidamente fui levantada del piso y llevada al auto de Jin. 
–No debiste irte de esa forma Danbi –me reprochaba Avril mientras subía al auto junto a mí en el asiento trasero y sujetaba en sus piernas mi pie vendado–, ¿Estás loca?  
–No me regañes, me duele mucho… –me quejé–. ¿Pero cómo es que supiste que me fui?
–Jimin nos dijo que te habías ido y que parecías muy ebria.
–Ah… –entrecerré mis ojos haciendo una mueca–. ¿Solo eso dijo? ¿No dijo lo que él me hizo?
–¿Qué te hizo? –Jin finalmente se implicaba en la plática mirando mediante el espejo retrovisor.
–No importa –suspiré– eso lo arreglaré yo con él en cuanto lo vuelva a ver. Pero… ¿A dónde me llevas Jin?
–A una clínica –respondió él acelerando el auto–. Llegaremos en unos minutos, intenta no mover mucho el pie.
–No lo estoy moviendo, pero… ¿Podrías llevarme al hospital público? Por favor.
–¿Publico? –Avril me dedicó una expresión de asco–. No, qué horror. Te llevaremos a una clínica y no te preocupes. Yo pagaré los gastos.
–No Avril –suspiré y ya que sé lo terca que puede llegar a ser esta rubia, recurrí a mi manipulación; puse mi mano sobre la suya y la miré suplicante–. Gracias Avril, no sé lo que haría sin ti, eres la mejor amiga del mundo, pero no quiero abusar de tu amabilidad.
–Ag… –Avril suspiró dándole un apretón a mi mano–, está bien, como tú quieras.
–Aunque llegar al hospital público tomará un poco más de tiempo… –Jin advirtió.
–Esta bien, no me duele tanto –intenté sonreír.
–Tu bolso –mencionó Jin al detenernos ante la luz roja de un semáforo y se estiró hasta la gaveta para luego extender hacia mí el bolso.
–Gracias –agradecí y tomé el bolso para sacar mi teléfono y ver la hora; la una de la madrugada.

Una hora después, llegamos al estacionamiento para emergencias del hospital y los recuerdos de la madrugada anterior bombardearon mi mente, al salir de mi habitación hoy, no imaginé que terminaría otra vez en la sala de emergencia después de una fiesta, claro que esta no había acabado con una pelea y mi lesión la adquirí de la manera más estúpida.
Jin bajó del auto y me cargó en su espalda para llevarme hasta la sala de emergencias donde una enfermera rápidamente tomó todos mis datos y la información de lo que había pasado.
Un médico me examino después de felicitar a Jin por el excelente vendaje realizado a mi pie y determinó que requeriría un «procedimiento menor»
Fui llevada a la sala de procedimientos menores donde las enfermeras me cambiaron a una bata de hospital, cosa que no comprendí ya que solo mi pie era el afectado, pero en fin, ya estaba yo ahí semi-sentada en una silla similar a la que usan los dentistas, un doctor ingresó sonriente colocándose guantes, acto seguido la enfermera le ayudó atando la mascarilla en la parte trasera de la cabeza, él reverenció ligeramente agradeciendo y se sentó en un taburete frente a mi pie.
–De acuerdo… –tarareó el doctor alegremente–, esto va a doler un poquito, pero es un pinchazo rápido nada más. 
Cerré mis ojos con fuerza por un segundo, pero no podía evitar la curiosidad y abrí ligeramente mis ojos para ver como la enfermera colocaba un líquido frio alrededor de mi talón y después el medicó inyectó lo que supuse era la anestesia.
La enfermera reclinó hacia atrás el espaldar de la silla haciendo que me recostara para que no pudiera ver lo que me iban a hacer ya que “sería muy tráumate”, y cito las palabras de la enfermera.
No sé exactamente cuánto tiempo pasó mientras el medico realizaba su trabajo, al terminar me felicito por ser una “jovencita valiente” y después de cambiarme de nuevo a mi vestido la enfermera me llevó a la sala de espera para reunirme con mis amigos.
Avril se sorprendió mucho al verme en la silla de ruedas con el pie elevado en el soporte de la misma, se acercó con una expresión de preocupación preguntándole a la enfermera sobre mi estado.
–La paciente está bien –explicó la enfermera–, no debe asentar el pie por lo que le recomiendo adquieran muletas o para mayor comodidad una silla de ruedas.
–¿Y esta silla de ruedas no se la puede llevar? –cuestionó Avril, es obvio que nunca ha estado en un hospital público.
–No… –la enfermera sonrió–, esta le pertenece al hospital –extendió una hoja de papel hacia Avril–. Y aquí tiene la receta, encontrarán la farmacia al salir de este pasillo –empezó a señalar las direcciones con sus manos–, girando a la derecha, caminan hasta el fondo y a la izquierda podrán ver el letrero. Compren los medicamentos de inmediato ya que en unos minutos se le pasará por completo la anestesia y sentirá algo de dolor.
–De acuerdo… –asintió Avril notablemente confundida, dudo que hubiera entendido la explicación de la ubicación de la farmacia.
–En cuanto tengan la factura de farmacia –la enfermera quitó el seguro que detiene la llanta de la silla de ruedas y me movió ligeramente hacia atrás para luego girarme como cuidado–, diríjanse a la sala de enfermería para que firmen el acuerdo de salida.
–¿A dónde… la lleva? –cuestionó Avril cuando la enfermera empezó a empujar mi silla y yo tenía la misma incógnita.
–Lo he explicado –repitió la enfermera– cuando tengan la factura de los medicamentos vayan a la sala de enfermería, es allí donde aguardan los pacientes dados de alta.
–Ah… ya entiendo –Avril puso su expresión acusadora y desconfiada–, dicen que el hospital público no cobra por la atención médica, pero lo cobran mediante la receta. ¡Ja! Para pasar por esto hubiéramos ido a una clínica y no nos habrían tenido esperando tanto tiempo. Por eso es que los pacientes mueren en los hospitales públicos y…
Jin actuó a tiempo, jalando la mano de su novia boqui floja.
–Iremos por ti en cuanto compremos la receta –me explicó Jin y rápidamente salió de la sala de espera llevándose a Avril quien seguía murmurando.
Sentí un empujón nada sutil y la silla empezó a moverse, aunque no la viera podía imaginar la expresión de desagrado en el rostro de la enfermera que me conducía por los pasillos del hospital, la entiendo, yo también estaría molesta con las palabras de la rubia.
Tras llegar a la sala de enfermería esperé durante veinte minutos, llamé a Avril, pero no respondió y no tenía el número telefónico de Jin, aquellos dos estaban tardando demasiado, seguramente se perdieron en los pasillos del hospital.
Sentía mi garganta tan seca que empezaba a doler, necesitaba beber agua, miré a mi alrededor lo ocupadas que estaban las enfermeras así que decidí ir en busca de una máquina expendedora de agua por mí misma.
Rodé sin dificultad la silla de ruedas hasta llegar al pasillo donde previamente había visto una máquina de bebidas, las luces estaban encendidas a media luz en el pasillo deshabitado y al final de este pude ver la máquina expendedora de bebidas, me aproximé girando las ruedas de la silla con mis brazos y de pronto de la habitación frente a dicha maquina surgió una silueta que me hizo detener en seco, ¡Tremendo susto!
Solté mi respiración contenida al visualizar mejor, se trataba de un sujeto que llevaba una bata del hospital y un gorro de lana rojo en su cabeza, asumí que se trataba de un paciente y volví a rodar las ruedas, pero con más lentitud esperando que el sujeto tomara de la maquina lo que buscaba y se retirara para yo poder hacer lo mismo.
Continué aproximándome y el sujeto parecía tener dificultades con la máquina, empezó a sacudirla con una sola mano ya que la otra la tenía aprisionada con un cabestrillo y le dio una patada con uno de sus pies descalzos, parecía realmente molesto y al acercarme aún más pude ver la mínima abertura de la bata en la espalda que se volvió no tan mínima cuando aquella persona se agachó ligeramente para dar otro puñetazo a la máquina, desvié mi mirada rápidamente sin poder evitar pensar en lo bien que lucía ese trasero, reí para mis adentros y regresé mi mirada hacia aquella persona y esta vez me encontré con unos enormes ojos mirándome con sorpresa.
–¿Bambi? ¿Qué haces aquí…?


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