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Capítulo ocho.



–¡Eyyyyy!  –alargó Owen acercándose al pelirrojo estirando su mano y con una enorme sonrisa, repitió el mismo extraño saludo que había hecho con Daniel.
Caminé hacia ellos dispuesta a pedirle mi teléfono y billetera a Owen y salir a toda prisa de ese lugar, Owen me vio ir hacia él y sonrió ampliamente, antes que pudiera mencionar palabra alguna puso su mano en mi espalda presentándome a su amigo.
–Esta es mi amiga Danbi –bueno, al menos me estaba presentando como una “amiga” y no como su “bro”. Sonreí por cortesía y me sentí incomoda bajo es escrutinio del pelirrojo que no disimuló su asombro–. Y este es mi bro, amigo y también jefe; Nafla.
¿Jefe? ¿No había dicho que Loopy era su jefe? Pero esperen… ¿Nafla? ¿Qué significa eso? Dudo que su madre lo bautizara con un nombre tan extraño. Me reservé las preguntas e intenté mantener mi sonrisa, aunque quería reclamarle al pelirrojo por que continuaba mirándome de pies a cabeza con tal sonrisa de oreja a oreja. ¿Acaso nunca vio a una chica?  
–Wow… –alargó Nafla boqui abierto y empezó a reír–. ¿Nuestra ropa siempre se vio tan genial?
Owen sonrió satisfecho, metió mi teléfono y billetera en su bolsillo y me señaló parte por parte. –Pantalones, sudadera, camiseta y mochila ¡made in MKIT bro!
Oh claro… ahora entendía, lo que tanto le había gustado al pelirrojo de mi era la ropa que yo traía puesta.
–Y bajo todo eso lleva el bikini gold –continuó Owen con una sonrisa pícara.
–¡¿Enserio?! –exclamó el pelirrojo aún más sonriente, como si fuera posible–. ¡Quiero ver! –dio un paso hacia mí.
¡¿Qué?! No no no, por supuesto que no me va a ver en bikini, ¡Está loco! Di un paso hacia atrás.
Owen carcajeó poniendo esta vez sus manos en los hombros de su amigo deteniéndolo, le dio palmadas y negó con su cabeza. Menos mal, me ahorró la cachetada que le hubiera dado al pelirrojo por atrevido, aunque en primer lugar no debió mencionar lo yo que estaba usando debajo de la ropa. Desde que lo conozco, Owen me enferma y me da la medicina después, aunque no sea mucho el tiempo que lo conozco claro está.   
La música que retumbaba en el auto del que había salido el pelirrojo se detuvo y de la puerta del copiloto salió otro sujeto con el mismo estilo de vestimenta que los demás; holgado y con “swag”.
El sujeto era alto y delgado, de cabello negro algo largo en la parte delantera y trasera, pero a los lados corto, a pesar de que sus ojos estaban casi cubiertos por el flequillo pude ver una perforación exactamente igual a la que tenía Loopy; bajo el ojo y sobre el pómulo además de otra perforación en el labio. Aquel sujeto no sonrió al saludar a Owen, creo que es del tipo inexpresivo, su mirada se localizó en mí y también me escaneó de pies a cabeza, pero con disimulo, dirigió su mirada a Owen a la espera de una explicación.
–Ella es Danbi –Owen me presentó una vez más–. Danbi, este es mi bro del alma Young West.
–Hola… –respondí sonriente, aunque el permaneció inexpresivo.
Se lo que ustedes están pensando, «¿No vas a quejarte de su nombre?» Bueno, a estas alturas ya no espero que alguno de los amigos de Owen tenga un nombre “normal”.
–¡Han llegado!  –exclamó Loopy desde la puerta de la casa.
–¡Hey bro! –exclamó Nafla levantando su mano y alegrándose en exceso, sin decir una palabra se fue para ir al encuentro de su amigo y Young West lo siguió.
Aclaré mi garganta y sonreí ligeramente extendiendo mi mano hacia Owen.
–¿Me das mis cosas? –pedí.
–Ah, si –Owen sonrió despistado al darse cuenta de que había metido mis cosas en su bolsillo, las sacó y las extendió hacia mí, pero retiró su mano dudoso–. No vas a decir de nuevo que te vas ¿cierto?
Por supuesto que voy a irme antes de que acabe de llegar toda la pandilla, sonreí disimuladamente y estiré mi mano tomando mi teléfono y billetera casi arrebatándoselos de sus manos e inventé una excusa, cosa que generalmente no hago, pero por ser Owen… seré delicada.
–Veras Owen, me encantaría quedarme, pero este lugar está bastante alejado de la carretera y estoy segura de que ningún servicio de taxi o uber querrá venir hasta aquí al oscurecer. 
–Yo te llevaré –respondió el rodeando sus ojos y usando un tono de voz como si fuera lo más obvio.
–Pero de todos modos se está haciendo tarde y yo tengo tarea que hacer, mañana debo ir a clases y…
–¿Clases? –me interrumpió–. Pero mañana es feriado.
–¿Qué? –me sorprendí y de inmediato revisé el calendario en mi mente.
Se me había olvidado por completo, mañana es feriado por fiestas de la ciudad, soy mala para las fechas, con suerte recuerdo mi cumpleaños. Mi escusa acababa de irse a la basura, ni modo, ahora tengo que ser directa y honesta.
–Owen –le dedique mi mirada más sincera– Estoy agradecida de que me hayas invitado a conocer a tus amigos y que seas tan amable conmigo, pero seamos honestos. No me conoces bien ni yo a ti, además empiezo a ponerme nerviosa con tantos hombres llegando…
Él se echó a reír como si hubiera escuchado la cosa más graciosa del mundo, lo miré con mis ojos entrecerrados indignada y a la espera de que dejara de reír, respiró profundo tratando de recobrar la compostura, dio un par de pasos hacia mí, bajó ligeramente su estatura y puso sus manos en mis hombros mirándome de cerca.
–¿Desconfías de mis amigos? –inquirió aun sonriente y con sus cejas algo retorcidas debido a la previa carcajada contra la que luchaba por contener.
–No dije eso… –Lo miré algo nerviosa, estaba demasiado cerca de mi rostro.
–¿Desconfías de mí? –de repente su expresión parecía vacía y algo triste.  
–No –respondí sin pensar siquiera un segundo y mi respuesta le devolvió la sonrisa a su rostro.
–Entonces quédate conmigo –se apartó de mí y extendió su mano como una invitación–, divirtámonos un poco y después te llevó a tu residencia.
¿Qué pasa conmigo? No… ¿Qué efecto tiene Owen sobre mí? Termino accediendo a todo lo que él propone, es algo raro, normalmente tengo más fuerza de voluntad y me niego si es algo que no quiero hacer, pero cuando él me pide que lo acompañe todos mis sentidos dicen “¡Diablos, si! Ve con él”. Tomé aquella mano aceptando la invitación.
 La casa empezó a retumbar con música mientras caminábamos hacia la puerta, al entrar pude ver que la puerta de la sala donde estaban apiladas las cajas estaba cerrada y al final del pasillo la puerta junto al baño que antes estaba cerrada ahora estaba abierta, Nafla salió de aquella habitación arrastrando un enorme altavoz con ruedecillas hasta el pasillo, lo ubicó e hizo un baile algo gracioso al ritmo de la música, me miró y sonrió, sin dejar de bailar regresó hacia la habitación sacando otro parlante del mismo tamaño y lo llevó hacia la puerta de la cocina.
Young West también salió de la misma habitación cargando una laptop abierta en una de sus manos y algo como una enorme linterna en su otra mano.
–¿Me ayudas Owen? –pidió Young levantando la linterna que parecía algo pesada extendiéndosela a Owen quién caminó rápidamente hacia él dejando mi mano y tomó aquel enorme aparato.
–Ve a la sala de juegos –Owen me señaló la habitación de la que salían sus amigos–, iré en un momento.
¿Sala de juegos? Caminé por inercia ya que deseaba saciar mi propia curiosidad, al llegar a la puerta pude ver una enorme habitación con cortinas gruesas de color gris cubriendo las ventanas, pegada a la pared una enorme repisa repleta de cajas de DVD, también contra la pared y en la parte central estaba un enorme televisor, el más grande que he visto, la pantalla tenía una ligera curvatura y la definición parecía extremadamente nítida, bajo el aparto una mesita de centro de cristal soportaba lo que a simple vista pude deducir era la consola de videojuegos, Daniel metió en la consola un CD y regresó su mirada al notar mi presencia.
–Pasa –me dijo sin expresión alguna y se volvió hacia la mesita para tomar dos controles.
Di un paso dentro de la habitación notando que el piso estaba completamente cubierto por una alfombra roja, arrinconados a una esquina había varios sillones puff, de esos que parecen una sola bola acojinada y se hunden al sentarse, aquella definitivamente era una sala de juegos muy bien equipada.
Aun con algo de recelo caminé hacia Daniel quién lucía bastante cómodo hundido en uno de los sillones, aun concentrado en la pantalla balbuceó:
–Trae uno de esos y siéntate –aun sin retirar la mirada de la pantalla señaló brevemente con su mandíbula a un lado de sí mismo.
No dudé ante la invitación, definitivamente quería jugar ante una gran pantalla como esa y ya que Daniel finalmente estaba siendo un poco más sociable conmigo rápidamente arrastré uno de los sillones junto a él y me senté.
–Has jugado antes ¿cierto? –preguntó extendiéndome uno de los controles.
Tomé el control y fui honesta. –No he jugado en bastante tiempo.
–Como sea, no arruines el control.
Y ahí estaba, de nuevo surgiendo su personalidad arrogante. Fruncí mis labios mostrándole mis dientes apretados como si fuera un perro rabioso, por supuesto él no me estaba mirando.
–¿Cuál han puesto? –la voz de Owen llamó mi atención, lo vi arrastrar otro sillón hasta llegar junto a mí y se sentó sonriente.
–Kill la Kill –Daniel respondió a la pregunta de su amigo y quitó el control de mis manos para dárselo a Owen, regresé mi mirada hacia Daniel, haciéndole otra mueca que tampoco vio, pero Owen si y rió.
–Veremos cómo va el juego primero y después te daré el control, ¿Esta bien? –preguntó Owen siendo cordial. Por supuesto, Owen es muy diferente al mal educado de su amigo.
Asentí aceptando el trato, era una buena idea tomando en cuenta que no tenía ni idea de que iba el videojuego y que no he jugado como ya dije antes; en mucho tiempo.
Los videojuegos me traen buenos recuerdos, sobre todo aquellos juegos de maquinita donde tras poner una “ficha” se juega con una palanca y botones que se presionan estratégicamente para hacer las combinaciones de los “combos” de pelea en «Street fighter». Una de mis mejores y únicas amigas me enseñó como jugar en aquellas maquinitas, ella era bastante buena para ese juego, tanto que los demás chicos que frecuentaban ese viejo y nada salubre local de juegos se resistían a jugar contra ella por temor a perder humillantemente ante una mujer. –A veces la extraño…  
Desperté de entre mis recuerdos cuando Owen gruñó, puse atención y en el lado izquierdo de la pantalla, en el piso yacía una mujer con cabello corto y azul, tenía enormes pechos que eran pobremente cubiertos por algo de ropa y una pequeña falda que no dejaba nada a la imaginación, en el otro lado de la pantalla otra mujer con casi nada de ropa y también pechos enormes posaba victoriosa. Siempre me pregunté porque los japoneses dibujan a las mujeres con enormes pechos, no es que las asiáticas tengan algo similar a esos enormes globos como senos. En fin, rodee mis ojos al ver los personajes del videojuego que se trataba de luchas, lucha entre mujeres con poca ropa, parecía algo pornográfico para ser sincera.
Daniel reía victorioso y volvía a elegir el mismo personaje retando a Owen a otro round.
–¡Eres un tramposo!  –gruño Owen a su amigo–. No voy a jugar contra ti.
–Bien –Daniel le arrebató el control de las manos y me lo entregó a mí de forma brusca–. Veamos que tal juega Bambi.
–En primer lugar ¡No me llamo Bambi! –le gruñí y tomé el control en mis manos, pero seguí con mi queja–. Y segundo; Me niego a jugar con personajes tan pornográficos. Es decir; porque las mujeres siempre deben ser dibujadas así, y no tienen casi nada de ropa –señalé la pantalla.
–Si no sabes jugar solo dilo, no pongas pretextos –Daniel canturreó en un tono burlón retándome con la mirada. ¡Maldición! Odio que me reten de esa forma.
–Voy a borrar esa sonrisa cínica de tu rostro –lo reté también con mi mirada. No sabe con quién se mete.
Owen hizo un sonido similar a un aullido entre risas cubriendo su boca, un gesto que suelen hacer los chicos cuando alguien lanza una “gran bomba” hacia otro y los ínsita a pelear.
–¿Vas a dejar que una chica te hable así Bloo? –Burló Owen metiendo más cizaña a la situación.
Regresé mi mirada hacia Owen frunciéndole ligeramente el ceño. –¿Ahora si soy una chica?
–¡Tú puedes bro! –me alentó Owen haciendo un puño.
–No debí preguntar… –murmure, rodee mis ojos y regresé mi mirada a la pantalla que ya empezaba su conteo regresivo.
El videojuego consistía en pelear, y yo soy buena en ello, cosa que Daniel estaba a punto de averiguar. No pasó ni un minuto y mi personaje yacía en el piso. ¡Maldición! Sí que estoy fuera de forma.
Tuve que lidiar con la gran sonrisa victoriosa que Daniel me restregaba. ¡Odio perder! Y mi personalidad competitiva no iba a dejar las cosas así.
–¡De nuevo! –exigí mirando con ferocidad la pantalla.
No fui consiente de cuánto tiempo pasó tras más de diez rounds contra Daniel y perdí en todos, la música continuaba retumbando, pero de repente noté tantas voces alrededor, volteé y Owen ya no estaba junto a mí, había demasiados rostros desconocidos alabando la victoria de “Bloo” y una chica de cabello corto me puso su mano en el hombro sonriente.
–¡Es una lástima! –ella estaba hablando conmigo, pero ¿quién era ella? –. Por poco le ganas, juega otra vez.
Me quede sin habla ante tantos desconocidos, podía sentir mis nervios alterarse recordando lo inútil que soy para socializar, extendí el control hacia la chica intentando lucir amistosa y sonreí.
–Inténtalo tú, ya jugué demasiado.
–Ay no –ella rechazó el control–, yo soy inútil para los juegos.         
–Ag… –Daniel movió su cabeza de lado a lado–, me duele el cuello. Jugar contra alguien tan malo no es divertido. –me miró sonriente, esa sonrisa cínica que empieza a hartarme. 
–¡Mi turno! –alguien le arrebató el control de las manos.
Me levanté del sillón entregándole mi control a algún desconocido y traté de salir de la sala abriéndome paso, ¿En qué momento llegó tanta gente? Eso es lo malo de los juegos, o quizá de mi personalidad adictiva.
Alguien puso un vaso con lo que pude oler era licor, ¿De qué tipo? No lo sé, pero no iba a beberlo, mi mirada buscaba desesperada a Owen o a alguno de sus amigos, necesitaba ver un rostro conocido.
Las chicas se frotaban contra los chicos en lo que antes era la cocina y ahora era una pista de baile, junto a mi pasó Daniel casi empujándome para abrirse paso, derramé un poco del líquido de mi vaso sobre mi camiseta.
–¡Oye idiota! –reclamé, pero el solo siguió su camino.
Empecé a seguirlo, de todas formas, él era el único rostro conocido en aquel lugar lleno de gente. Salí por la puerta de la cocina llegando al patio trasero donde también había gente bebiendo, platicando y fumando.
Daniel saludó a varios sujetos y mujeres en su caminó hasta llegar al patio que estaba lleno de autos estacionados, se recargo sobre uno de aquellos y sacó de su pantalón lo que parecía su billetera.
–Oye… –pretendía seguir con mi reclamo, pero tras haberlo seguido por un largo camino mi ira había desaparecido. Lo miré sin saber que estaba por hacer.
Él sacó del otro bolsillo de su pantalón algo que demoré en reconocer debido a la poca luz del exterior, ya había anochecido. Él abrió su billetera y sacó una bolsita plástica que escarbó hasta sacar algo y pareció enredarse con las manos, me miro y extendió su mano hacia mí.
–Sujétame esto –pidió y no sé porque extendí mi mano obedientemente, él dejó caer en mi mano una bolita algo… extraña.
Miré mi mano y luego a él, guardó la bolsita plástica en su billetera y metió esta de regreso a su bolsillo, tomó la bolita de mi mano que aún estaba extendida y la metió en una pipa. Si, leyeron bien; era una pipa y deduje que lo que acababa de sujetarle era una mota de marihuana.
Llevó la pipa a su boca y con su otra mano accionaba un encendedor que no vi en que momento sacó, le dio una profunda calada que encendió un sutil color rojo en la mota, contuvo el humo absorbido y extendió la pipa hacia mí. 


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