–¡Eyyyyy! –alargó
Owen acercándose al pelirrojo estirando su mano y con una enorme sonrisa,
repitió el mismo extraño saludo que había hecho con Daniel.
Caminé hacia ellos dispuesta a pedirle mi teléfono y
billetera a Owen y salir a toda prisa de ese lugar, Owen me vio ir hacia él y
sonrió ampliamente, antes que pudiera mencionar palabra alguna puso su mano en
mi espalda presentándome a su amigo.
–Esta es mi amiga Danbi –bueno, al menos me estaba
presentando como una “amiga” y no como su “bro”. Sonreí por cortesía y me sentí
incomoda bajo es escrutinio del pelirrojo que no disimuló su asombro–. Y este
es mi bro, amigo y también jefe; Nafla.
¿Jefe? ¿No había dicho que Loopy era su jefe? Pero
esperen… ¿Nafla? ¿Qué significa eso? Dudo que su madre lo bautizara con un
nombre tan extraño. Me reservé las preguntas e intenté mantener mi sonrisa,
aunque quería reclamarle al pelirrojo por que continuaba mirándome de pies a
cabeza con tal sonrisa de oreja a oreja. ¿Acaso nunca vio a una chica?
–Wow… –alargó Nafla boqui abierto y empezó a reír–.
¿Nuestra ropa siempre se vio tan genial?
Owen sonrió satisfecho, metió mi teléfono y billetera en
su bolsillo y me señaló parte por parte. –Pantalones, sudadera, camiseta y
mochila ¡made in MKIT bro!
Oh claro… ahora entendía, lo que tanto le había gustado
al pelirrojo de mi era la ropa que yo traía puesta.
–Y bajo todo eso lleva el bikini gold –continuó Owen con
una sonrisa pícara.
–¡¿Enserio?! –exclamó el pelirrojo aún más sonriente,
como si fuera posible–. ¡Quiero ver! –dio un paso hacia mí.
¡¿Qué?! No no no, por supuesto que no me va a ver en
bikini, ¡Está loco! Di un paso hacia atrás.
Owen carcajeó poniendo esta vez sus manos en los hombros
de su amigo deteniéndolo, le dio palmadas y negó con su cabeza. Menos mal, me
ahorró la cachetada que le hubiera dado al pelirrojo por atrevido, aunque en
primer lugar no debió mencionar lo yo que estaba usando debajo de la ropa. Desde
que lo conozco, Owen me enferma y me da la medicina después, aunque no sea
mucho el tiempo que lo conozco claro está.
La música que retumbaba en el auto del que había salido
el pelirrojo se detuvo y de la puerta del copiloto salió otro sujeto con el
mismo estilo de vestimenta que los demás; holgado y con “swag”.
El sujeto era alto y delgado, de cabello negro algo largo
en la parte delantera y trasera, pero a los lados corto, a pesar de que sus
ojos estaban casi cubiertos por el flequillo pude ver una perforación
exactamente igual a la que tenía Loopy; bajo el ojo y sobre el pómulo además de
otra perforación en el labio. Aquel sujeto no sonrió al saludar a Owen, creo
que es del tipo inexpresivo, su mirada se localizó en mí y también me escaneó de
pies a cabeza, pero con disimulo, dirigió su mirada a Owen a la espera de una
explicación.
–Ella es Danbi –Owen me presentó una vez más–. Danbi,
este es mi bro del alma Young West.
–Hola… –respondí sonriente, aunque el permaneció
inexpresivo.
Se lo que ustedes están pensando, «¿No vas a quejarte de
su nombre?» Bueno, a estas alturas ya no espero que alguno de los amigos de
Owen tenga un nombre “normal”.
–¡Han llegado!
–exclamó Loopy desde la puerta de la casa.
–¡Hey bro! –exclamó Nafla levantando su mano y
alegrándose en exceso, sin decir una palabra se fue para ir al encuentro de su
amigo y Young West lo siguió.
Aclaré mi garganta y sonreí ligeramente extendiendo mi
mano hacia Owen.
–¿Me das mis cosas? –pedí.
–Ah, si –Owen sonrió despistado al darse cuenta de que
había metido mis cosas en su bolsillo, las sacó y las extendió hacia mí, pero
retiró su mano dudoso–. No vas a decir de nuevo que te vas ¿cierto?
Por supuesto que voy a irme antes de que acabe de llegar
toda la pandilla, sonreí disimuladamente y estiré mi mano tomando mi teléfono y
billetera casi arrebatándoselos de sus manos e inventé una excusa, cosa que
generalmente no hago, pero por ser Owen… seré delicada.
–Veras Owen, me encantaría quedarme, pero este lugar está
bastante alejado de la carretera y estoy segura de que ningún servicio de taxi
o uber querrá venir hasta aquí al oscurecer.
–Yo te llevaré –respondió el rodeando sus ojos y usando
un tono de voz como si fuera lo más obvio.
–Pero de todos modos se está haciendo tarde y yo tengo tarea
que hacer, mañana debo ir a clases y…
–¿Clases? –me interrumpió–. Pero mañana es feriado.
–¿Qué? –me sorprendí y de inmediato revisé el calendario
en mi mente.
Se me había olvidado por completo, mañana es feriado por
fiestas de la ciudad, soy mala para las fechas, con suerte recuerdo mi
cumpleaños. Mi escusa acababa de irse a la basura, ni modo, ahora tengo que ser
directa y honesta.
–Owen –le dedique mi mirada más sincera– Estoy agradecida
de que me hayas invitado a conocer a tus amigos y que seas tan amable conmigo,
pero seamos honestos. No me conoces bien ni yo a ti, además empiezo a ponerme
nerviosa con tantos hombres llegando…
Él se echó a reír como si hubiera escuchado la cosa más
graciosa del mundo, lo miré con mis ojos entrecerrados indignada y a la espera
de que dejara de reír, respiró profundo tratando de recobrar la compostura, dio
un par de pasos hacia mí, bajó ligeramente su estatura y puso sus manos en mis
hombros mirándome de cerca.
–¿Desconfías de mis amigos? –inquirió aun sonriente y con
sus cejas algo retorcidas debido a la previa carcajada contra la que luchaba
por contener.
–No dije eso… –Lo miré algo nerviosa, estaba demasiado
cerca de mi rostro.
–¿Desconfías de mí? –de repente su expresión parecía
vacía y algo triste.
–No –respondí sin pensar siquiera un segundo y mi
respuesta le devolvió la sonrisa a su rostro.
–Entonces quédate conmigo –se apartó de mí y extendió su
mano como una invitación–, divirtámonos un poco y después te llevó a tu
residencia.
¿Qué pasa conmigo? No… ¿Qué efecto tiene Owen sobre mí?
Termino accediendo a todo lo que él propone, es algo raro, normalmente tengo
más fuerza de voluntad y me niego si es algo que no quiero hacer, pero cuando
él me pide que lo acompañe todos mis sentidos dicen “¡Diablos, si! Ve con él”.
Tomé aquella mano aceptando la invitación.
La casa empezó a
retumbar con música mientras caminábamos hacia la puerta, al entrar pude ver que
la puerta de la sala donde estaban apiladas las cajas estaba cerrada y al final
del pasillo la puerta junto al baño que antes estaba cerrada ahora estaba
abierta, Nafla salió de aquella habitación arrastrando un enorme altavoz con
ruedecillas hasta el pasillo, lo ubicó e hizo un baile algo gracioso al ritmo
de la música, me miró y sonrió, sin dejar de bailar regresó hacia la habitación
sacando otro parlante del mismo tamaño y lo llevó hacia la puerta de la cocina.
Young West también salió de la misma habitación cargando
una laptop abierta en una de sus manos y algo como una enorme linterna en su
otra mano.
–¿Me ayudas Owen? –pidió Young levantando la linterna que
parecía algo pesada extendiéndosela a Owen quién caminó rápidamente hacia él
dejando mi mano y tomó aquel enorme aparato.
–Ve a la sala de juegos –Owen me señaló la habitación de
la que salían sus amigos–, iré en un momento.
¿Sala de juegos? Caminé por inercia ya que deseaba saciar
mi propia curiosidad, al llegar a la puerta pude ver una enorme habitación con
cortinas gruesas de color gris cubriendo las ventanas, pegada a la pared una
enorme repisa repleta de cajas de DVD, también contra la pared y en la parte
central estaba un enorme televisor, el más grande que he visto, la pantalla
tenía una ligera curvatura y la definición parecía extremadamente nítida, bajo
el aparto una mesita de centro de cristal soportaba lo que a simple vista pude
deducir era la consola de videojuegos, Daniel metió en la consola un CD y
regresó su mirada al notar mi presencia.
–Pasa –me dijo sin expresión alguna y se volvió hacia la
mesita para tomar dos controles.
Di un paso dentro de la habitación notando que el piso
estaba completamente cubierto por una alfombra roja, arrinconados a una esquina
había varios sillones puff, de esos que parecen una sola bola acojinada y se
hunden al sentarse, aquella definitivamente era una sala de juegos muy bien
equipada.
Aun con algo de recelo caminé hacia Daniel quién lucía
bastante cómodo hundido en uno de los sillones, aun concentrado en la pantalla
balbuceó:
–Trae uno de esos y siéntate –aun sin retirar la mirada
de la pantalla señaló brevemente con su mandíbula a un lado de sí mismo.
No dudé ante la invitación, definitivamente quería jugar
ante una gran pantalla como esa y ya que Daniel finalmente estaba siendo un
poco más sociable conmigo rápidamente arrastré uno de los sillones junto a él y
me senté.
–Has jugado antes ¿cierto? –preguntó extendiéndome uno de
los controles.
Tomé el control y fui honesta. –No he jugado en bastante
tiempo.
–Como sea, no arruines el control.
Y ahí estaba, de nuevo surgiendo su personalidad
arrogante. Fruncí mis labios mostrándole mis dientes apretados como si fuera un
perro rabioso, por supuesto él no me estaba mirando.
–¿Cuál han puesto? –la voz de Owen llamó mi atención, lo
vi arrastrar otro sillón hasta llegar junto a mí y se sentó sonriente.
–Kill la Kill –Daniel respondió a la pregunta de su amigo
y quitó el control de mis manos para dárselo a Owen, regresé mi mirada hacia
Daniel, haciéndole otra mueca que tampoco vio, pero Owen si y rió.
–Veremos cómo va el juego primero y después te daré el
control, ¿Esta bien? –preguntó Owen siendo cordial. Por supuesto, Owen es muy
diferente al mal educado de su amigo.
Asentí aceptando el trato, era una buena idea tomando en
cuenta que no tenía ni idea de que iba el videojuego y que no he jugado como ya
dije antes; en mucho tiempo.
Los videojuegos me traen buenos recuerdos, sobre todo
aquellos juegos de maquinita donde tras poner una “ficha” se juega con una
palanca y botones que se presionan estratégicamente para hacer las
combinaciones de los “combos” de pelea en «Street fighter». Una de mis mejores
y únicas amigas me enseñó como jugar en aquellas maquinitas, ella era bastante
buena para ese juego, tanto que los demás chicos que frecuentaban ese viejo y
nada salubre local de juegos se resistían a jugar contra ella por temor a
perder humillantemente ante una mujer. –A
veces la extraño…
Desperté de entre mis recuerdos cuando Owen gruñó, puse
atención y en el lado izquierdo de la pantalla, en el piso yacía una mujer con
cabello corto y azul, tenía enormes pechos que eran pobremente cubiertos por
algo de ropa y una pequeña falda que no dejaba nada a la imaginación, en el
otro lado de la pantalla otra mujer con casi nada de ropa y también pechos
enormes posaba victoriosa. Siempre me pregunté porque los japoneses dibujan a
las mujeres con enormes pechos, no es que las asiáticas tengan algo similar a
esos enormes globos como senos. En fin, rodee mis ojos al ver los personajes
del videojuego que se trataba de luchas, lucha entre mujeres con poca ropa,
parecía algo pornográfico para ser sincera.
Daniel reía victorioso y volvía a elegir el mismo
personaje retando a Owen a otro round.
–¡Eres un tramposo!
–gruño Owen a su amigo–. No voy a jugar contra ti.
–Bien –Daniel le arrebató el control de las manos y me lo
entregó a mí de forma brusca–. Veamos que tal juega Bambi.
–En primer lugar ¡No me llamo Bambi! –le gruñí y tomé el
control en mis manos, pero seguí con mi queja–. Y segundo; Me niego a jugar con
personajes tan pornográficos. Es decir; porque las mujeres siempre deben ser
dibujadas así, y no tienen casi nada de ropa –señalé la pantalla.
–Si no sabes jugar solo dilo, no pongas pretextos –Daniel
canturreó en un tono burlón retándome con la mirada. ¡Maldición! Odio que me
reten de esa forma.
–Voy a borrar esa sonrisa cínica de tu rostro –lo reté
también con mi mirada. No sabe con quién se mete.
Owen hizo un sonido similar a un aullido entre risas
cubriendo su boca, un gesto que suelen hacer los chicos cuando alguien lanza
una “gran bomba” hacia otro y los ínsita a pelear.
–¿Vas a dejar que una chica te hable así Bloo? –Burló
Owen metiendo más cizaña a la situación.
Regresé mi mirada hacia Owen frunciéndole ligeramente el
ceño. –¿Ahora si soy una chica?
–¡Tú puedes bro! –me alentó Owen haciendo un puño.
–No debí preguntar… –murmure, rodee mis ojos y regresé mi
mirada a la pantalla que ya empezaba su conteo regresivo.
El videojuego consistía en pelear, y yo soy buena en
ello, cosa que Daniel estaba a punto de averiguar. No pasó ni un minuto y mi
personaje yacía en el piso. ¡Maldición! Sí que estoy fuera de forma.
Tuve que lidiar con la gran sonrisa victoriosa que Daniel
me restregaba. ¡Odio perder! Y mi personalidad competitiva no iba a dejar las
cosas así.
–¡De nuevo! –exigí mirando con ferocidad la pantalla.
No fui consiente de cuánto tiempo pasó tras más de diez
rounds contra Daniel y perdí en todos, la música continuaba retumbando, pero de
repente noté tantas voces alrededor, volteé y Owen ya no estaba junto a mí,
había demasiados rostros desconocidos alabando la victoria de “Bloo” y una
chica de cabello corto me puso su mano en el hombro sonriente.
–¡Es una lástima! –ella estaba hablando conmigo, pero
¿quién era ella? –. Por poco le ganas, juega otra vez.
Me quede sin habla ante tantos desconocidos, podía sentir
mis nervios alterarse recordando lo inútil que soy para socializar, extendí el
control hacia la chica intentando lucir amistosa y sonreí.
–Inténtalo tú, ya jugué demasiado.
–Ay no –ella rechazó el control–, yo soy inútil para los
juegos.
–Ag… –Daniel movió su cabeza de lado a lado–, me duele el
cuello. Jugar contra alguien tan malo no es divertido. –me miró sonriente, esa
sonrisa cínica que empieza a hartarme.
–¡Mi turno! –alguien le arrebató el control de las manos.
Me levanté del sillón entregándole mi control a algún
desconocido y traté de salir de la sala abriéndome paso, ¿En qué momento llegó
tanta gente? Eso es lo malo de los juegos, o quizá de mi personalidad adictiva.
Alguien puso un vaso con lo que pude oler era licor, ¿De
qué tipo? No lo sé, pero no iba a beberlo, mi mirada buscaba desesperada a Owen
o a alguno de sus amigos, necesitaba ver un rostro conocido.
Las chicas se frotaban contra los chicos en lo que antes
era la cocina y ahora era una pista de baile, junto a mi pasó Daniel casi
empujándome para abrirse paso, derramé un poco del líquido de mi vaso sobre mi
camiseta.
–¡Oye idiota! –reclamé, pero el solo siguió su camino.
Empecé a seguirlo, de todas formas, él era el único
rostro conocido en aquel lugar lleno de gente. Salí por la puerta de la cocina
llegando al patio trasero donde también había gente bebiendo, platicando y
fumando.
Daniel saludó a varios sujetos y mujeres en su caminó
hasta llegar al patio que estaba lleno de autos estacionados, se recargo sobre
uno de aquellos y sacó de su pantalón lo que parecía su billetera.
–Oye… –pretendía seguir con mi reclamo, pero tras haberlo
seguido por un largo camino mi ira había desaparecido. Lo miré sin saber que
estaba por hacer.
Él sacó del otro bolsillo de su pantalón algo que demoré
en reconocer debido a la poca luz del exterior, ya había anochecido. Él abrió
su billetera y sacó una bolsita plástica que escarbó hasta sacar algo y pareció
enredarse con las manos, me miro y extendió su mano hacia mí.
–Sujétame esto –pidió y no sé porque extendí mi mano
obedientemente, él dejó caer en mi mano una bolita algo… extraña.
Miré mi mano y luego a él, guardó la bolsita plástica en
su billetera y metió esta de regreso a su bolsillo, tomó la bolita de mi mano
que aún estaba extendida y la metió en una pipa. Si, leyeron bien; era una pipa
y deduje que lo que acababa de sujetarle era una mota de marihuana.
Llevó la pipa a su boca y con su otra mano
accionaba un encendedor que no vi en que momento sacó, le dio una profunda
calada que encendió un sutil color rojo en la mota, contuvo el humo absorbido y
extendió la pipa hacia mí.
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